Andalucía: ¿400.000 fascistas?

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

Rafa alcaide

05 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Es posible que vivan en Andalucía agazapados 400.000 fascistas (395.978 exactamente) y que, hasta este domingo, nada supiéramos de ellos. Es posible, pero en verdad muy improbable. Los fascistas, violentos y ruidosos, quieren ser vistos en defensa de sus causas delirantes y más que votar les gusta andar a patadas con las urnas. Los fascistas gritan, vulneran la leyes y aplauden con fervor a quienes las desobedecen. Los fascistas se hacen notar porque lo suyo es la acción, el cadenazo, el grito desabrido y el acoso al adversario. Son 400.000 muchos fascistas (50.000 de media por provincia) para pasar desapercibidos.

No parece, por tanto, que los 12 diputados obtenidos por Vox este domingo sean el resultado de su capacidad para atraer a un electorado fascista sencillamente inexistente. ¿Qué ha pasado, pues, en Andalucía?

Pues lo que, antes o después, tenía que pasar: que allí ha estallado al fin en forma de voto a un partido de derecha radicalizado la inmensa irritación social provocada, primero, por la insurrección secesionista en Cataluña y, después, por la moción de censura que llevó a Sánchez al poder con el apoyo de los partidos insurrectos, el mismo con el que mal gobierna España desde hace medio año.

Si alguien pensaba en el PSOE que su entreguismo a los secesionistas iba a ser gratis estaba muy equivocado. Sánchez hizo saltar la banca socialista, ciscándose en la cultura política de un partido que ha desfigurado hasta dejarlo irreconocible, y ha pretendido seguir jugando a la ruleta democrática, como si nada hubiera sucedido. Los muchos socialistas que sabían que tal operación, además de una indecencia, era un suicidio, se callaron y ahora acaban de sufrir en sus propias carnes las consecuencias de la devastadora combinación de su silencio y la desvergüenza de un líder sin otro principio que el de permanecer a toda costa.

Ni su nacionalismo español, tan radical e identitario como aquellos que critica, ni sus provocadoras invectivas contra a la inmigración, ni su tosco antieuropeísmo, hubieran sacado a Vox de la posición marginal en la que afortunadamente estaba de no haber sido por el formidable empellón político de Sánchez. Vox obtuvo 18.000 votos, menos del 0,50%, en las andaluzas del año 2015. ¿Cómo ha pasado de ahí a casi 400.000?

Sánchez y su demencial política de alianzas son la obvia respuesta a esa pregunta. Pero el presidente del Gobierno -genio y figura- sale ahora con que hay que parar en seco a Vox mediante un cordón sanitario de los constitucionalistas. Su descarada ingenuidad (intentar mantener así el Gobierno en Andalucía) solo es comparable a su desfachatez: quien llegó y se mantiene en el poder con el apoyo de dos partidos que quieren romper España y acabar con la Constitución exige el cierre de filas de los constitucionalistas. A eso se le llama en buen castellano tener la cara más dura que el cemento.