Lista Robinson

Rafael Arriaza
Rafael Arriaza TRIBUNA

OPINIÓN

04 ene 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

La noticia de que sus señorías han decidido algo casi por unanimidad debería hacernos saltar de alegría, si no fuera porque eso huele a chamusquina. En efecto: lo que ha logrado poner de acuerdo a los del fondo a la izquierda, los del fondo a la derecha, los de centro, los de arriba, los de abajo y de todo el espectro de la rosa de los vientos no ha sido, no, un proyecto de vida en común que intente enrasar por arriba la situación laboral, educativa, sanitaria, o de derecho a una justicia que se tenga por tal para todos, en lugar de empeñarse en buscar maneras de repartir cada vez más cargas y generar más desconcierto y hartazgo. Eso sería probablemente lo que la inmensa mayoría de los españolitos de a pie pretenderíamos: que se pongan de acuerdo para hacer cosas útiles y legislar para todos y se dejaran de monsergas y de actuaciones más propias de un programa de telebasura que del centro de gobierno en democracia. Pero eso sería demasiado vulgar. Nuestras élites sapientísimas tienen otros planes mucho más útiles, sobre todo para su futuro: lo que les interesa y les une es poder saber qué piensa cada uno de nosotros para personalizar la publicidad política que envíen a cada ordenador, cada casa o cada teléfono móvil. Abaratar sus costes, conocer a sus potenciales votantes, en fin, funcionar como cualquier otra empresa que se precie, podría ser una razón medianamente válida, si no fuera porque nadie más puede hacerlo a costa de datos que pertenecen a la esfera íntima de cada cual, o que decide libremente que se hagan públicos. Vivimos en un mundo en el que la protección de datos se ha vuelto una maraña difícil de cumplir para cualquier empresa, ¡y vienen nuestros próceres y deciden que esto no va con ellos! Que como son la quintaesencia de la pureza y nunca -nunca, nunca, de verdad, que nunca nos han engañado, oiga- van a utilizar esos datos con fines espurios, y que los van a destruir al cabo de un año, pues que no pasa nada porque los recojan. Que solo quieren saber qué tendencia política tiene cada uno, vamos, pero por encima, sin profundizar casi nada. O sea, que la puntita nada más, que no me sean desconfiados. Y que, lógicamente, otras cosas que pueden ir ligadas a esas tendencias no les interesan, y que no van ni a mirar para ellas. Pero yo, no sé por qué, no me lo acabo de creer. ¿Será por la mala suerte de estar releyendo 1984? ¿Será porque la historia de nuestra insigne clase política -casta, enemigos de la casta, amigos de la casta y castosos de todo pelo- me ha vuelto desconfiado? Yo no era así, y antes vivía más feliz. Ahora, lo que espero es que me dejen apuntarme desde ya a la lista Robinson para partidos políticos, o que paren esto, que me bajo.