Encontrar un vínculo entre Goya y el feminismo habría aportado justificación intelectual a otra entrega de Premios Goya cargada de feminismo. Pero, cuando Goya pintó a la maja, desnuda y vestida, con el cuerpo de la duquesa de Alba y la cara de la amante de Godoy, mostró cinismo, no feminismo. Cuando Goya pintó escenas de violaciones, lo hizo para poner en evidencia la brutalidad del género humano, no para denunciar la violencia de género. Goya no era feminista, ni machista. Cuando una actriz, al recoger un Goya, hace un discurso contra el sexismo en el cine aprovecha los focos para demostrar su feminismo.
Cuando una representante sindical denuncia en su empresa, sin focos, las enfermedades profesionales derivadas de la división sexual del trabajo, no lo hace para demostrar su feminismo sino para sacar a la luz la discriminación laboral de la mujer. Seis de cada diez trabajadoras son funcionarias, maestras, secretarias, empleadas de hogar, cajeras, vendedoras, reponedoras o limpiadoras. Trabajan en condiciones de mayor precariedad que sus compañeros, lo cual genera más problemas de ansiedad, estrés o depresión, que se agravan en períodos específicos de mayor riesgo para la mujer. Dos de cada diez son empleadas de industrias manufactureras. Llevan a cabo tareas menos cualificadas, más repetitivas, menos pagadas y más monótonas, lo que provoca mayores dolencias óseas o musculares, que se agravan con posturas forzadas y continuadas. Además, cargan con la doble jornada por trabajo doméstico, el cuidado de enfermos o familiares mayores y el acoso sexual en el ámbito laboral. Ni que decir tiene el acoso sexual de un magnate del cine es tan repugnante como el de un encargado de una pequeña empresa privada o pública.
El sistema, paternalista y patriarcal, asume, absorbe, fagocita, al feminismo, haciendo creer a las mujeres que existe una falsa igualdad que oculta las renuncias de estas para poder ejercer derechos civiles, políticos y laborales ya adquiridos. Ni el feminismo que intenta reproducir los roles masculinos, ni el que denuncia la invisibilidad de la mujer asustan al sistema. Sin embargo, el feminismo que ataca las raíces de ese modo de producción masculinizado, en el que se confunden, intencionadamente, empleo y trabajo, en detrimento de la mujer, hace temblar al sistema. Denunciar la discriminación laboral de la mujer, por sexo y edad, en la industria del cine, durante la gala del cine, no está fuera de lugar. Cuando Goya pintaba no había cine ni feminismo, pero ya había capitalismo.