Aún faltan dos meses para las elecciones, tiempo suficiente para que pasen muchas cosas. Pero ya hay una certeza: después del 28 de abril solo será posible gobernar con un pacto de amplia base. Ni siquiera dos partidos serán suficientes. Tampoco bastará una alianza en negativo de afines por rechazo compartido a un tercero, como ocurrió con la moción de censura. La encuesta de Sondaxe para La Voz apunta, como otras, al riesgo de un bloqueo permanente si no hay un cambio radical en las prácticas políticas. Los vetos preventivos, como el de Ciudadanos al PSOE, y las precondiciones imposibles e inasumibles, como la de los secesionistas, conducen inexorablemente al atrincheramiento en bloques políticos incomunicados entre sí. Y, como derivada, una creciente polarización social que alimenta la radicalización, el enfrentamiento y los populismos. España necesita recuperar el espíritu de consenso perdido en los últimos años. Y los partidos deben regresar a un espacio de centralidad que les permita al menos comunicarse entre ellos. La política debe volver a la idea de lo posible y olvidarse de las verdades inmutables y excluyentes. El futuro se construye entre todos y no unos contra otros. Hay que prepararse para pactar tras el 28A. Lo contrario es una condena a muerte.