La Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género ha prestado, desde su publicación en el 2004, un gran servicio a la sociedad española. Y si no ha ayudado todavía más a acabar con la lacra machista es por la significativa carencia de medios humanos y materiales con que cuentan aquellas personas e instituciones encargadas de velar por el estricto cumplimiento de esta ley.
Extraña sobremanera a quien esto escribe el empeño de Vox de derogar semejante norma, ya que los votos que puede obtener con esta maniobra serían los de aquellos hombres que en algún momento tuvieron problemas con la misma, arriesgándose a perder los de la mayoría de las mujeres, por muy ultraconservadoras que sean, ya que la actitud ante la violencia machista no entiende de ideologías. Cualquier mujer, sea de derechas, izquierdas o mediopensionista, está expuesta a una agresión por parte de su pareja o ex pareja, por lo que no cabe en cabeza humana que opte por votar a una formación que pretende retrotraerse décadas en el tiempo. Es absurdo. Sin esta ley el número de asesinatos machistas se habría multiplicado por diez. Quien juega con fuego al final siempre acaba quemándose. Jamás lo olvidemos.