Puede que los actos resulten muy vistosos; que los comunicados que se lean sean muy reivindicativos y hasta puede que alguno de nuestros señoritos se lamente de la situación a la que llegamos, como si él no tuviese nada que ver. Porque ayer domingo fue el día elegido para reivindicar medidas que frenen la despoblación, la marginación y el aislamiento de lo que ya se conoce popularmente como la España vacía. Una España que va a más sin que se adopten las medidas necesarias.
Y en esa España vacía, en la que en el 53 % de su territorio solo vive el 5 % de la población, destaca sobremanera la Galicia que se vacía, pese a la escasa presencia en los actos de Madrid.
No es solo Soria, Teruel, León o Huesca. Son las cuatro provincias gallegas, porque Galicia pierde cada día 21 de sus habitantes, que vienen siendo unos 7.000 al año. Eso al menos ocurrió durante el 2018.
Y es lo que motiva que un tercio de los núcleos de población esté en peligro de desaparición; que más de 9.200 de ellos tengan menos de diez habitantes y que 1.700 aldeas hayan sido abandonadas por despobladas. Solo en la provincia de Lugo, 547 núcleos.
Pero Galicia se vacía y España se vacía porque, más allá de declaraciones pomposas, no se hace nada por evitarlo. La sanidad, la educación, las infraestructuras y los servicios en general se deterioran. Faltan médicos, se recortan especialidades, se cierran colegios, líneas de ferrocarril y servicios de viajeros por carretera y las operadoras telefónicas se suman a la fiesta, con dinero público, diciendo que ofrecen lo que no ofrecen.
Estas son la Galicia y la España reales. Las que se vacían inexorablemente. Y se vacían porque así se quiere. Porque la incompetencia y el desinterés no tienen límites y porque con sus decisiones, o por ausencia de ellas, están alimentando la catástrofe. Ni se paran a verlo. Será porque están muy atareados defendiendo la tauromaquia, recuperando a los neandertales y buscando candidatos por las alcantarillas.