El PP, Vox y el factor separatista

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

Ricardo Rubio - Europa Press

03 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Tras su hecatombe electoral, el PP ha aceptado (¡a la fuerza ahorcan!) lo que no pocos analistas veníamos hace tiempo sosteniendo: que su decisión de desplazarse a la derecha para competir con Vox suponía un craso error que podría acabar reforzando a quienes pretendía contener. Pues si hay algo que enseña la sociología electoral es que al competidor se le combate desautorizándolo, y no dándole de un modo u otro la razón.

Si Casado y su equipo hubiesen aceptado antes de las elecciones lo que ahora parecen considerar una evidencia, quizá su derrota habría sido menos clamorosa. Pero su autocrítica y la subsiguiente decisión de la dirección popular -volver al centro, lo que, por cierto, es más fácil enunciar que practicar- podría llevar al PP a cometer nuevos errores si no analiza correctamente lo que ha ocurrido en España en el espacio electoral que antes monopolizaba el PP, cuyos votantes superan el PSOE y Podemos solo por centésimas: 42,83 % frente a 43,65 %.

Dicho claramente: aunque la errática estrategia del PP frente a la extrema derecha ha favorecido muy probablemente el espectacular resultado de Abascal, ni la aparición de Vox ni su rápido crecimiento, primero en las andaluzas y luego en las generales, tienen que ver esencialmente con los errores del PP en relación con el desafío catalán (tesis de Aznar), sino con la propia sublevación catalana, que acabó produciendo una reacción del todo previsible: la aparición de un partido de extrema derecha españolista que convierte la defensa de la unidad nacional en su seña principal de identidad.

Sin duda, Vox recoge, por la extrema derecha, diversos descontentos, algunos de ellos coincidentes con los que, por la extrema izquierda, auparon a Podemos (la corrupción y las perversiones de la profesionalización política, sobre todo). Pero Vox es antes que nada un partido nacionalista español, curiosamente el primero que existe desde 1982 pese a las constantes provocaciones de los nacionalismos. De hecho, lo raro no es la creación de Vox: lo llamativo es que, tras medio siglo de crímenes de ETA, un intento de sublevación separatista en el País Vasco y una sublevación separatista frustrada en Cataluña, haya tardado tanto en aparecer.

Por eso, más allá de su terrible derrota, la coyuntura del PP es infernal. Porque la solución de sus problemas a medio plazo (volver a competir en el centro del sistema, en el que se ubican la inmensa mayoría de los electores) podría a corto incrementar su trasvase de votos hacia Vox, que es por donde el PP ha sufrido el 28 de abril la sangría que lo ha conducido al peor resultado de su historia. Mientras el nacionalismo catalán siga sublevado, Vox tendrá munición para criticar eso que llama «la derechita cobarde»: porque Vox, un partido antisistema, podrá seguir haciendo toda la demagogia del mundo y diciendo todas las majaderías que se le ocurran a Abascal, pues seguirá habiendo electores dispuestos a comprarlas.