Nunca olvidaré dos escenas de un viaje a Barcelona el día de Sant Jordi del 2016. Primera escena: en el andén del AVE de la estación de Atocha me abordó una persona que se identificó como directivo de la patronal catalana Fomento del Trabajo (Foment del Treball) y me dijo: «Hace un año, en Foment no se escuchaba la palabra independencia. Ningún empresario era independentista. Hoy, se lo digo para su información, la mitad de los asociados son independentistas».
Escena segunda: por la tarde estuve con Oriol Junqueras, el líder de Esquerra Republicana. Le comenté la conversación anterior y me dijo: «Eso ocurre en Foment, que es la patronal de los grandes. En la patronal de las pymes, el 100 % de los empresarios son independentistas». Me impresionaron tanto ambas conversaciones que escribí un artículo titulado Informe al presidente del Gobierno. Como suele ser habitual cuando uno se ocupa de asuntos trascendentes, mi informe pasó desapercibido. Si hubiera escrito sobre Isabel Pantoja o sobre las trifulcas entre Casado y Rivera, habría tenido más impacto. Me lo dice la experiencia.
La consecuencia de los datos que me dieron ambos interlocutores se acaba de ver: la histórica Cámara de Comercio de Barcelona ha caído en manos de la ANC (Asamblea Nacional Catalana), motor del activismo independentista. Según La Vanguardia, el triunfo de la ANC había conmocionado al empresariado catalán. Habrá sido a esa mitad de los grandes que en el 2016 no se había hecho separatista. Los demás votaron a la candidatura que, en expresión de su máximo responsable, viene «a implementar la república ya». La noticia se produjo casi al mismo tiempo que el llamado «CIS catalán» difundía que los partidarios de seguir en España son más que los separatistas. Les separa un punto porcentual. Pero también al mismo tiempo que los sondeos decían que Esquerra Republicana será el partido más votado el día 26 y se informaba que en un tercio de los municipios catalanes solo se presentan candidaturas independentistas. Si hay algún partidario de seguir en España se tiene que tragar su voto.
Esa es la realidad catalana de este momento: acaba de aparecer el «independentismo pragmático», que abandona el discurso emocional y empieza la conquista efectiva del poder. Como diría Simeone, partido a partido. Es decir, pieza a pieza e institución a institución. La Cámara de Comercio de Barcelona es más que un símbolo: es un instrumento de poder efectivo y de influencia económica. Ya cambió de manos. Y algunos se entretienen en proponer el artículo 155 como si fuese el bálsamo de Fierabrás. Que hagan política, leñe. Y que aprendan a organizarse para contener los asaltos a la unidad nacional.