La caraja azulgrana

Francisco Ríos Álvarez
Francisco Ríos LA MIRADA EN LA LENGUA

OPINIÓN

18 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Tras la debacle del Barcelona en Liverpool, un servidor leía una crónica sobre el drama: «Aprovechó Origi la caraja azulgrana en un saque de esquina para voltear por completo la eliminatoria y dejar roto el rostro y el alma de los barcelonistas». Fue una de esas ocasiones en que le recuerdan a uno la inmensidad de su ignorancia. Decidido a reducirla mínimamente, acudió presuroso al diccionario de la Academia en busca del significado de caraja. Frustrada su ansia, siguió por el María Moliner, el Seco, el Vox, el Clave... y unos cuantos más. La única caraja que por allí aparece es la ‘vela cuadrada que los pescadores de Veracruz largan en un botalón’, además del femenino de carajo, que en algunos países americanos se aplica a la persona a la que en una conversación no se quiere mencionar, para desvalorizarla: Estoy harto de esa caraja.

Ya puestos en faena, encontramos en los textos periodísticos multitud de casos de empleo de la misteriosa voz («la caraja azulgrana en Las Palmas», «La caraja madridista no se quedó ahí», «La caraja ante el Ajax continuaba»), incluso en crónicas de baloncesto («la caraja con los tiros libres») y aplicada a equipos de todo tipo. Solo en titulares de la prensa deportiva encontramos unos cuantos ejemplos: «Entre la épica y la caraja», «Reacción tras la caraja», «Esos minutos de caraja», «Un punto de caraja», «No vale salir con la caraja», «Caraja a la hora de la siesta», «La caraja de Anoeta». También los deportistas la emplean en sus declaraciones: «Volvimos a salir con la caraja y lo pagamos caro», «No podemos salir al campo con una caraja como la de hoy», «No habíamos visto al Compos salir con una caraja así».

A falta de una fuente de autoridad que defina el sustantivo de marras, todos esos textos nos van permitiendo deducir su significado: atontamiento, despiste, confusión, somnolencia, desconcierto, aturdimiento... Nos lo confirma un testimonio extradeportivo, el de un comensal que se queja del servicio de un restaurante: «Menuda caraja -escribe-. No sabían nuestro número de mesa, nos traen la tapa de otra mesa, tras 30 minutos nos dicen que no les queda... un descontrol brutal».

Y si por hablar de comida se le abre al lector el apetito, recurra a la caraja, concretamente a la morcilla caraja, así llamada en la comarca de Antequera. Pero pregunte sobre ella en alguna charcutería, porque es otra caraja que no va a encontrar en los diccionarios.