Con el 5G está pasando lo mismo que con el coche eléctrico: ya tenemos automóviles movidos exclusivamente por baterías de ión-litio, pero falta la infraestructura; es decir, una red de puntos de recarga extensa y con capacidad suficiente para que un vehículo recupere su máxima autonomía en el menor tiempo posible. Pues bien, ya existen dispositivos preparados para la próxima generación de tecnologías de la telefonía móvil, que sustituirá al 4G, pero las redes no empezarán a montarse hasta el 2020. Y no será cosa de un año.
La semana pasada se puso a la venta en España el Xiaomi Mi MIX 3 5G, el primer smartphone 5G que se comercializa en nuestro país. Equipado con el módem Snapdragon X50 5G y con las soluciones RF Front-End de Qualcomm, que permiten alcanzar velocidades de descarga de clase Gigabit, cuenta con un sistema de refrigeración híbrido para hacer frente al incremento de rendimiento derivado de la mayor velocidad de descarga: un tubo compuesto por seis capas de grafito dispersa el calor a una velocidad tres veces más rápida.
Lenovo acaba de presentar en la feria Computex, en Taipei, el primer PC 5G del mundo. Un ultraportátil (también con una plataforma Snapdragon en su interior) que consigue velocidades insólitas en la transferencia de archivos y transmisión de contenidos en 4K, 8K e incluso realidad aumentada y virtual. Permite, por ejemplo, una traducción en tiempo real cuando conversamos con otras personas en diferentes lugares del mundo; o que estudiantes de cine colaboren online mientras editan secuencias de vídeo en tiempo real, y suban la película acabada casi instantáneamente.
En Corea del Sur, donde el 5G ya está operativo, el móvil de doble pantalla LG V50 ThinQ 5G vendió más de 100.000 unidades en solo una semana. Aquí lo tendría crudo, y más después del acoso (e intento de derribo) de principal impulsor del 5G en todo el planeta: Huawei. La compañía china tiene previsto invertir 100.000 millones de dólares en I+D relacionada con esta tecnología en los próximos cinco años. Colabora con empresas, gobiernos, universidades, smart cities y otras organizaciones que ya tienen proyectos piloto para aprovechar el 5G. ¿Los tiramos a la basura por una acusación no probada?