Sánchez, las churras y Las meninas

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

09 jun 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

La anécdota, genial, nos la contaba Pilar García Negro en una de aquellas breves y divertidas postertulias que apurábamos ya concluido el debate que nos reunía en Vía V: alguien, intentando ordenar una confusa discusión, pedía, por favor, no mezclar «las churras con las meninas». Lo que, bien pensado, pese a la burrada, tenía su sentido, pues entre confundir dos razas de ovejas (churras y merinas) y cualquiera de ellas con el célebre cuadro de Velázquez va un abismo.

 Tras proponerlo el Rey candidato a presidente, Sánchez proclamó ufano la disyuntiva en que se encuentra este país: «O gobierna el PSOE, o gobierna el PSOE». Después reclamó a todos sentido del Estado para, obrando en consecuencia, facilitar, primero, su investidura y, luego, la gobernabilidad.

Bastaría recordarle a Sánchez su demencial comportamiento cuando, o gobernaba Rajoy (que obtuvo en 2015 el mismo número de diputados que hoy forman la bancada socialista: 123) o habría nuevas elecciones, para no dejarse impresionar por esa apelación a una responsabilidad política de la que, entonces y después, quien ahora la exige careció absolutamente. De hecho, y como ayer recordó con razón Xosé Luis Barreiro en este espacio, la gran ventaja de Sánchez sobre Rajoy es que el líder socialista no tendrá enfrente a un político, como él mismo, sin escrúpulos.

Sánchez afirma que su partido carece de alternativa, y es verdad, lo que no significa que puede trasladar a quienes fueron enviados por los electores a la oposición (PP y Ciudadanos) el deber de sacarlo de la endiablada situación en que se encuentra. Es a él a quien le corresponde fraguar una mayoría que le permita ser investido y gobernar, para lo que ha elegido el peor camino imaginable: la teoría, tan gratuita como falsa, de que los votantes le encargaron gobernar en solitario.

En realidad, lo que ocurrió el 28 de abril fue todo lo contrario: que en unas elecciones a cara de perro entre la izquierda y la derecha (las famosas «tres derechas» sobre las que pivotó todo el discurso del PSOE), los españoles dieron a los socialistas la mayoría más corta con la que un presidente va a gobernar España desde 1977. Tan corta, que solo permitirá a Sánchez seguir en la Moncloa si llega a un acuerdo, indispensable, con Podemos y, además, con algunas otras minorías.

Aunque creo, como muchos españoles, que un ejecutivo PSOE-Podemos sería muy malo para el país, la verdad es que a eso jugaron ambas fuerzas durante toda la campaña. Por ello, aunque Iglesias atraviesa hoy sus horas más bajas -lo que se ha ganado a pulso- resulta delirante el empeño del candidato socialista en tratarlo como un paria: porque de ese paria depende que sea elegido presidente y pueda, aunque sea muy malamente, gobernar. Pensar que las cosas son de otro modo por la profunda crisis de Podemos es, sin duda, una forma como otra cualquiera de mezclar las churras con Las meninas.