Lo diré pronto para que no haya dudas. Vox es un partido de extrema derecha. No comparto prácticamente nada de lo que defiende y considero un error que PP y Ciudadanos hayan pactado con esta fuerza política. Deberían haber llegado a acuerdos a dos y forzar al partido de Santiago Abascal a escoger entre apoyarlos o dar las alcaldías o las comunidades al PSOE y a Unidas Podemos. Probablemente Vox habría optado por lo primero. Y, de haber escogido lo segundo, habría desaparecido a corto plazo. Dicho esto, me desconcierta la escandalera nacional por el hecho de que los populares lleguen a acuerdos con un partido que es en realidad una escisión radical del PP, sin integrar en ningún caso en las juntas de gobierno a Vox, mientras se considera normal y exento de reproche que el PSOE pacte para hacerse con alcaldías con un partido como ERC, que ha perpetrado lo que la Fiscalía considera un golpe de Estado y cuyos dirigentes presumen de haber violado la ley y aseguran ante el juez que volverán a hacerlo a la menor oportunidad.
Hasta el 26M había 40 alcaldes independentistas que gobernaban gracias al apoyo del PSC. Y ahora, los socialistas han pactado entre otros ayuntamientos en el de Badalona, tercera ciudad más poblada de Cataluña, no solo con ERC sino también con la CUP, partido antisistema con ramificaciones violentas. El PSC ha cerrado acuerdos con ERC, e incluso con Junts per Catalunya, partido de un fugitivo de la Justicia como Puigdemont, en medio centenar de ayuntamientos.
La ignorancia o la confusión interesada de muchos analistas califica como un partido inconstitucional a Vox por defender el fin del Estado autonómico, y sin embargo considera que ERC es una fuerza con la que se puede pactar porque aspirar a la independencia es un derecho. La diferencia es, sin embargo, que Vox plantea lograr su objetivo por la vía constitucional establecida, mientras que ERC, JxCat y la CUP han perpetrado un golpe antidemocrático. Vox tiene planteamientos homófobos impresentables que no podrá imponer en ningún sitio porque no tiene poder para ello. Pero ERC y JxCat tienen planteamientos supremacistas y racistas, hasta considerar «bestias» a quienes hablan español, y gobiernan con esos principios en Cataluña. Lo que merecerían es un cordón sanitario absoluto, y no que el Gobierno de Sánchez les pida, como ha hecho, que se abstengan para facilitar su investidura.
Mi opinión sobre los pactos con Vox ya la he expresado. Pero estigmatizar a cualquiera que acepte sus votos y alabar los pactos con los golpistas de ERC o de la CUP como una muestra de capacidad de diálogo es, además de una contradicción, una soberana estupidez. Aunque Vox no va a entrar en el grupo de Le Pen o de los alemanes de AfD en el Parlamento europeo, es cierto que en la UE son poco frecuentes los acuerdos con la extrema derecha, a pesar de que ha habido casos en Austria, Holanda, Italia, Bélgica, Finlandia, Noruega y Hungría. Lo que es seguro es que ningún demócrata europeo hablaría siquiera con quien ha dado un golpe de Estado.