Hacienda somos todos, aunque unos más que otros, diría un pícaro, y probablemente la frase también la ratificarían «Los Lobos», los concursantes del programa televisivo ¡Boom!, que acaban de ganar un premio de más de 6 millones de euros, y deberán pagar en impuestos prácticamente la mitad; aunque por vivir en diferentes autonomías, tributarán cada uno una cantidad diferente. Sin duda estos simpáticos concursantes, que han inscrito su nombre en el libro Guinness por llevar más de dos años en antena, estarán felices por su premio, pero no tanto por pagar el impuesto.
El tributo español pudiera parecer alto, pero es menos de lo que se pagaría en Alemania, Francia, Italia o Reino Unido. Incluso pudiera ser bajo si lo comparamos con el vigente en nuestro país en 1980 (68%), o en EE.UU. en 1950 (92%). Alguno pensará que los impuestos son algo negativos, que Hacienda quiere privar a los ciudadanos del dinero que ganaron con su esfuerzo. Sin embargo, son necesarios porque permiten financiar servicios públicos: educación, sanidad pública, atención a dependientes, infraestructuras... Es más, las personas con menos recursos económicos tienden a depender más de los servicios públicos, lo cual supone redistribuir la riqueza hacia los más vulnerables. Pese a ello, el 87% de los españoles considera que no se tributa con justicia, aunque el 55% reconoce los impuestos como necesarios.
Es razonable que los que tienen ingresos más altos paguen más; que los impuestos no dañen al empleo, y que la imposición por ganar un premio de un programa de la tele sea más alta que la del trabajo personal o que la de una actividad económica. En el frontispicio de la Agencia Tributaria americana se lee: «Los impuestos son el precio que pagamos por vivir en una sociedad civilizada”, por lo que los concursantes de Boom deben sentirse orgullosos de cumplir cívicamente con su parte de nuestra civilización.
Algo debe ir mal en nuestro mercado de trabajo, si personas tan brillantes se dedican a ser concursantes televisivos, alguno hasta renunciando a su trabajo. ¡Qué no harían estos señores si pudieran aplicar su intelecto a la investigación de enfermedades u otras tareas más elevadas!