Este viernes tuvo lugar el atardecer más tardío del año para las ubicaciones cercanas al paralelo 43. En la Costa da Morte el Sol se está poniendo en torno a las 22.20. La duración del día llega casi a las 15 horas y media, un contexto muy distinto del que tenemos en invierno, donde el día solo dura 9 horas. Sin embargo, los horarios que rigen la actividad humana son estables. El encaje de ambas cosas es posible gracias a medidas como el cambio estacional de hora, que ayuda a sintonizar nuestra vida con esa variación solar anual. Ahora, un estudio realizado en la Universidad de Sevilla añade un factor más: el cambio de hora ayuda a sincronizar el ciclo de sueño/vigilia. Analiza el ritmo de sueño de tribus sin acceso a electricidad de África y América (dentro de la zona tropical, donde la diferencia día/noche no cambia mucho a lo largo del año) y el de sociedades europeas. En invierno ellos se acuestan antes y despiertan antes porque el Sol sale allí antes que a nuestra latitud. Por si fuera poco, en invierno el Sol no deja de pegar fuerte en el trópico: sus habitantes han de madrugar para evitar la insolación. En verano el escenario ha cambiado: el Sol sale aquí antes que allí.
A pesar de eso, sin el cambio de hora seguiríamos despertando más tarde que ellos. El cambio adelanta nuestro ciclo y nos sincroniza con el de ellos, disminuyendo la insolación, que ahora es tan importante como en el trópico. Eso sí, aquí tenemos que luchar con que el Sol se ponga más tarde que allí. Nada puede evitar que la noche hoy solo dure 8 horas y 40 minutos aquí y 12 horas allí.