A finales de junio del año 2009, el presidente Rodríguez Zapatero convocó a su despacho al general de Ejército Félix Sanz Roldán, entonces jefe de Estado Mayor de la Defensa. Quería ofrecerle la dirección del Centro Nacional de Inteligencia (CNI). El general Sanz se excusó diciéndole que no era votante del Partido Socialista y Zapatero le respondió: «Eso no me importa en absoluto». El día 4 de julio del 2014, el día antes de su cese obligado porque el mandato del director del CNI es de cinco años, el presidente Mariano Rajoy lo volvió a convocar a su despacho: «Quiero que renueves tu mandato», le dijo, y Félix Sanz Roldán continuó otros cinco años, que se cumplieron ayer. Como el cargo de director del CNI tiene rango de secretario de Estado, Pedro Sánchez no le pudo llamar para ofrecerle la continuidad: un Gobierno en funciones no puede nombrar a un secretario de Estado. Ni a Félix Sanz ni a ningún otro. Nunca el calendario tuvo tanta importancia para una designación. Por culpa del calendario, el CNI queda descabezado y nadie sabe por cuánto tiempo.
Cuando el general Sanz llega al CNI, aquella era la casa de los líos. Así se le llamaba en la prensa. Había conflictos internos, filtraciones a la prensa y un ambiente de deterioro que parecía imparable. A partir de la llegada del nuevo director, la palabra conflicto desapareció de aquel recinto. Félix Sanz gobernó la casa durante diez años, con dos reyes y tres presidentes del gobierno distintos. No solo devolvió el orden a la institución, sino que la convirtió en un centro básico de la seguridad nacional y le dio prestigio internacional: nunca la inteligencia española tuvo tanta colaboración con los organismos similares de otros países, como Estados Unidos, Reino Unido o Israel, emblemáticos del espionaje estatal. Los servicios secretos de medio mundo lo veneran.
Félix Sanz y sus más de 3.000 empleados del CNI estuvieron en todo. Él personalmente asumió la liberación de varios secuestrados por islamistas. Tuvo un papel sustancial en la abdicación de Juan Carlos I. Tiene controlados uno a uno a los españoles que se van a la yihad. Funciona de acuerdo con estrictos principios de legalidad y no da un paso sin la intervención del juez. Fue fundamental en la victoria del Estado sobre ETA y en multitud de acciones que, por su naturaleza secreta, jamás conoceremos. Su sentido de la disciplina es el de un militar con 57 años de servicio y tiene a gala presumir de ser, como general de Ejército, el primer soldado de España. He tenido el honor de tener conversaciones con él y siempre obtuve la misma conclusión: acababa de hablar con un auténtico hombre de Estado. Uno de los pocos hombres de Estado que tiene este país.