El singular oasis para tortugas en Líbano

Alicia Medina AL-MANSOURA

OPINIÓN

Orange House Project y Alicia Medina

Una activista de 70 años lucha por 1,4 kilómetros vitales para los galápagos

22 jul 2019 . Actualizado a las 10:43 h.

Una activista de 70 años lucha por 1,4 kilómetros vitales para los galápagos

Desde hace 19 años el despertador de Mona Khalil suena a las 5,30 horas. Cada amanecer, esta libanesa de 70 años recorre los 1.400 metros de la playa de Al-Mansoura en busca de nidos de tortuga verde (Chelonia mydas) y tortuga boba (Caretta caretta), especies consideradas en peligro y vulnerable respectivamente. Cuando localiza un nido, cuenta y mide los huevos, y si están demasiado cerca del mar, los aleja de la orilla. Esta playa situada a 14 kilómetros de la frontera con Israel, es casi el único enclave de los 200 kilómetros de litoral libanés en el que las tortugas anidan. «Es la última playa virgen, la contaminación, los vertidos, la urbanización, las fiestas… lo han destrozado todo; estoy luchando por estos 1,4 kilómetros» cuenta esta activista.

En esta playa veraneaba Mona en su juventud. Su padre construyó una casa que en 1983 abandonaron al huir de la guerra civil libanesa (1975-1990). Ella encontró una nueva vida en Holanda donde trabajó como conservadora en museos hasta que al cumplir 50 años decidió volver a Líbano de visita. Era 1999 y Al-Mansoura permanecía bajo ocupación israelí, pero Mona y una amiga se adentraron una noche de verano en la playa. «Era peligroso, los israelíes nos podían ver», recuerda. Mientras observaban las estrellas, un puñado de arena le golpeó la cara. A metro y medio una tortuga verde gigante estaba anidando. Mona se quedo maravillada. Abandonó su trabajo en Holanda y desde entonces su vida gira entorno a mantener este oasis. Tras la retirada de Israel del sur del Líbano en el año 2000, Mona heredó el terreno y convirtió la casa en un hostal -Orange House Project - que le ayuda a financiar su proyecto de conservación. La ONG Medasset, que se dedica a la protección de tortugas marinas, formó a Mona y a un grupo de voluntarios en la conservación de estos animales.

Cada año, más de 1.800 tortugas boba y unas 800 tortugas verde anidan en el Mediterráneo, mayoritariamente en Turquía, Grecia y Chipre. En Líbano se contabilizan entre 40 y 120 nidos al año, según la ONG Medasset. En los 1.400 metros que vigila Mona, en la última década solían identificar 50 nidos. «El año pasado teníamos 20, pero las tortugas se asustaron», dice señalando un hotel en el extremo sur de la playa. «Encendieron las luces por la noche y las tortugas dejaron de venir», lamenta. Este año solo ha encontrado 11 nidos, hace dos semanas que no ve ninguno, y en un par de semanas empezarán las eclosiones. «Estoy muy preocupada, ¿oíste anoche los fuegos artificiales y la música? ¿Viste las luces del hotel?», pregunta Mona con amargura. Tras seis años intentando frenar la construcción del hotel, hoy se contenta con que eliminen las luces blancas por la noche.

Pero este hotel es solo su último desafío. En el 2002, se enfrentó a los pescadores que utilizaban dinamita. Cuenta que como represalia dispararon a su casa. «No querían matarme, solo asustarme», dice. Tampoco huyó durante la guerra del 2006 cuando un misil israelí destruyó parte de la casa. «No me iba a ir -dice- porque las tortugas estaban en pleno período de anidamiento.

Mona cuenta que en el 2008 consiguió que la playa fuera catalogada como reserva natural. Esta libanesa actualiza diariamente su página de Facebook, con 6.000 seguidores, donde cuelga fotos de los estudiantes que visitan la reserva, de las tortugas zarpando hacia el mar y también denuncia la basura que deja la gente. En Líbano, los vertidos de aguas residuales han obligado al Centro Nacional de Ciencias Marinas a desaconsejar el baño en 12 de las 26 playas monitorizadas en su estudio debido a la «alta concentración de químicos y bacterias». La guardiana de este espacio no sabe por cuánto tiempo resistirá el oasis, pero sí que su despertador sonará a las 5,30 horas.

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