Se lo tienen que trabajar

María Xosé Porteiro
María Xosé Porteiro HABITACIÓN PROPIA

OPINIÓN

24 jul 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Esta sesión fallida de investidura por falta de mayoría absoluta nos ha servido para hacer examen de la capacidad parlamentaria de algunas de sus señorías. A saber, Gabriel Rufián, que hizo bien disculpándose por sus primeras actuaciones parlamentarias caracterizadas por el exabrupto y la propensión a la bulla, ahora advirtiendo a diestra y siniestra de la necesidad de diálogo y acuerdo. En el otro extremo, Abascal, el portavoz de Vox, en su estreno en la Cámara, demostró el largo camino que le queda para sustituir las ofensas por propuestas alejadas de una imagen -siquiera borrosa- de gobierno. Ciudadanos, enfangado en el frikismo, siguió absorto por la egolatría de un líder que solo se ve a sí mismo. El portavoz del PP, Casado, demostró mejores maneras que aquel joven ganador del congreso más traumático de su partido, sin papeles y con alguna crítica complicada en su primer gran debate post Rajoy. Iglesias demostró que domina la escena como nadie, pero sabiendo que no está en una plaza de toros ante un público entregado y enardecido. Y Pedro Sánchez, el candidato resiliente, avizorando la meta y sabiendo que las fuerzas están contadas y que precisa de aliento, valor y talante para superar el esprint del jueves. John F. Kennedy decía que nunca hay que temer negociar, pero tampoco, nunca, deberá hacerse desde el temor. Así es la política y, probablemente, las relaciones humanas en su conjunto.

Tengo un crédito absoluto en la democracia. El paso por las instituciones es un ejercicio de madurez y aprendizaje inigualable, pero está siendo muy complicado formar gobierno en un hemiciclo renovado en la media de edad y, por fin, igualitario entre ambos sexos. Este Parlamento se parece mucho al país que representa, pero es también el retrato de una sociedad polarizada y habituada a las redes sociales más que al diálogo cara a cara, con papel, lápiz y un marco de debate donde ir encajando lo que uno quiere y cediendo a lo que el otro espera. Tal vez sea un signo de los tiempos o tal vez sea, tan solo, la confirmación de que estamos ante una generación de políticos que necesitaban pasar por esta prueba de iniciación a la madurez. «Esto no puede ser un contrato de adhesión -afirmó un veterano Aitor Esteban, portavoz del PNV-, se lo tienen que trabajar, pero hay una oportunidad».