
A finales de los sesenta, surgió en España la Gauche Divine. Izquierda divina en su traducción literal, aunque el concepto se acercaría más al de la izquierda exquisita que ya había acuñado años antes el escritor norteamericano Tom Wolfe. Luego vendría en Francia la Gauche Caviar, aunque esa es otra historia. El izquierdismo exquisito era una izquierda solo de estilo, que en realidad formaba parte de la buena sociedad y amaba las tradiciones. Sus miembros eran en su mayoría representantes de la burguesía y las clases adineradas. Artistas intelectualmente refinados y hedonistas que se reunían en Madrid en Bocaccio, lejos de esa otra izquierda obrera de la posguerra.
Frente a ese concepto, Francisco Umbral acuñó en los albores de la democracia el término derechona, vinculado a un conservadurismo pedestre y reaccionario, más propio de tertulias de marquesas y nostálgicos del franquismo con bigotito fino que de cualquier connotación intelectual. Pero los tiempos cambian. Y, aunque la izquierda exquisita sigue existiendo, más próxima por cierto a Podemos que al PSOE, ahora tenemos en España una derecha exquisita. Una Droite Divine si prefieren su versión afrancesada, que da lecciones al centrismo simplón y pragmático a lo Rajoy, al que esa derecha divina desprecia, aunque sea el que ha dado al PP los mayores triunfos de su historia.
La máxima expresión de esa Droite Divine es, por supuesto, Cayetana Álvarez de Toledo. Su designación como portavoz parlamentaria del PP supone que los populares pasen del estilo marisabidilla de Soraya, que todo lo resolvía citando artículos del Código Penal, pasando por el modelo broncas y algo macarra de Rafael Hernando, para acabar con una portavoz encantada de conocerse que necesita demostrar cada día cuántos libros ha leído y citar al mayor número de filósofos posible. Y yo no estoy seguro de que ninguno de esos tres modelos le convenga al PP en este momento, en el que para combatir el populismo en su versión comunista o independentista lo que se necesita es un discurso de vuelo rasante pegado a la calle, y no los arabescos intelectuales a los que nos acostumbra Cayetana.
Nombrar portavoz a alguien que ha dejado por escrito hace menos de un año que ha votado a Ciudadanos, que ha puesto a parir a todo el PP postaznarista y ha dedicado elogios superlativos a Albert Rivera, que es el enemigo a batir por los populares, es ciertamente una excentricidad. El problema es que Pablo Casado, temeroso de una revuelta interna en caso de fracaso en las generales, forjó un grupo parlamentario de una mediocridad desconocida en el PP desde hace muchos años. Si uno repasa la lista de diputados populares, es difícil encontrar a alguien que ofrezca más garantías que Cayetana para enfrentarse a rivales como Inés Arrimadas o Irene Montero, aunque para superar el nivel de Adriana Lastra habría bastado cualquiera. Puede que Cayetana gane muchos debates y brille en las tertulias. Pero será muy difícil que esa Droite Divine consiga el respaldo de una mayoría social que devuelva el poder al PP.