«¿Por qué no debe haber tallas grandes ni modelos transgénero? Porque este espectáculo es una fantasía de 42 minutos». Ed Razek, directivo de Victoria’s Secret, dio la vuelta al mundo con estas palabras en Vogue. Unas declaraciones que terminaron con su renuncia esta semana, coincidiendo con el fichaje de Valentina Sampaio, el primer ángel trans. Pero Valentina llega tarde. El desfile ya es historia tras el último batacazo de audiencia y la caída del 50 % del valor de la compañía.
Si en algo hay que darle la razón a Razek es que aquello era, efectivamente, una fantasía. La fantasía del que cree que puede excluir a las mujeres trans y a todas las que sobrepasen los 50 kilos en un mundo en el que él, a sus 71 años, aún las seleccionaba. La fantasía de un show en el que su hito más transgresor fue el desfile de algunas modelos durante el primer trimestre de embarazo, con la tripa casi imperceptible.
Y así, como ángeles famélicos caídos del cielo, se iba sucediendo uno tras otro el mismo cuerpo deshidratado y entrenado hasta la extenuación. Razek al fin ha comprendido que el único que sobraba era él. Y Victoria’s Secret, que no le queda otra que bajar a la tierra para sacudirse de sus alas la misoginia y la transfobia si quiere sobrevivir.