Según se desprende del informe elaborado por la obstetra que atendió a su progenitora durante el embarazo, el mago y escapista Edvinio Soliatán no nació sietemesino, sino que escapó del útero materno empleando el cordón umbilical del mismo modo en que lo haría un preso de tebeo atando sábanas y mantas para descolgarse por la ventana de su celda. Andando el tiempo, llegaría a convertirse en una célebre figura de la prestidigitación y a amasar una sustanciosa fortuna, de tal envergadura que el biógrafo que perennizó su legado en un libro de interesantísima lectura afirmó que todos los años fiscales dejaba propina a Hacienda. Edvinio se ufanaba de sus ancestros, pues tenía a gala descender de una noble estirpe de magos, entre los que cabe citar al gran Alsamón, quien provocó en el siglo XVIII la famosa plaga de conejos que asoló Australia, cuando durante una gira por dicho continente extrajo de su chistera una ingente cantidad de conejos fruto de las numerosas galas que allí celebró. Paralelamente, dio origen a una infestación de palomas que ocasionó un grave problema de suministro de migas de pan entre el jubilado antípoda.
A la hora del almuerzo hacía aparecer de su sombrero los conejos y las palomas ya asados, que en un visto y no visto hacía desaparecer en su estómago, y creó un animal híbrido mitad conejo mitad paloma, el palomejo, destinado a magos indecisos que dudaban entre sacar de la chistera un conejo o sacar una paloma. Estas singularidades pasmaron a sus contemporáneos, como la ocasión en que sacó tres monedas de veinte duros de detrás de la oreja de una espectadora, cuando del pabellón auditivo de la interfecta, de manera natural, solo brotaban monedas de cinco pesetas.
Edvinio Soliatán revolucionó en muchos aspectos el arte del ilusionismo implementando, por ejemplo, la magia de cerca para présbitas; o lo que bautizó como magia de lejos, que le evitaba tener que salir de gira por provincias pues el público, pertrechado de catalejos, podía seguir la actuación desde sus lugares de residencia. Su relación con el mundo de los naipes adquiriría tintes épicos, habida cuenta de que llegaría a contraer nupcias con la reina de diamantes (los maledicentes sostenían que por interés, ávido de las gemas de la soberana), en cuya celebración se regalaron oros, se comieron tréboles, se bebieron copas y se colmaron de gozo los corazones.
Pero fue el escapismo lo que habría de catapultarlo a la categoría de mito. Se metía en un cofre que cerraban con llave, y este cofre se metía a su vez en otro cofre que también se cerraba, y este cofre se metía a su vez en otro cofre y así hasta contar siete, como si de muñecas rusas se tratara. Luego se introducía todo en un enorme tanque repleto de agua, y a los pocos segundos el ilustre escapista conseguía librarse de su cautiverio entre los encendidos aplausos del respetable. En el culmen de su fama, un mago rival con el que había tenido unas diferencias le clavó el as de espadas en el pecho. Edvinio cayó exánime. El óbito causó honda consternación, y las gentes lo despidieron con gran boato y pompa, trasladado en una carroza de ébano y palisandro tirada por el caballo de oros, el de copas, el de espadas y el de bastos. Lo metieron en un ataúd que se cerró con llave, y este ataúd lo metieron a su vez en otro ataúd que también se cerró, y este ataúd se metió a su vez en otro ataúd y así hasta contar siete, como si de muñecas rusas se tratara. Al poco de dársele sepultura, el río se desbordó y anegó el camposanto, y cuando las aguas volvieron a su cauce se descubrieron los siete ataúdes abiertos y vacíos, y ahí nació la leyenda del mago escapista Edvinio Soliatán, el extraordinario mago escapista Edvinio Soliatán, el inimitable y fabuloso mago escapista que escapó de la Muerte.