Los grandes cuerpos funcionariales de este país tienen un respaldo más o menos generalizado: una, digamos, reputación. Se les critica a veces, pero en general se alaba su preparación y buen hacer. Yo conozco un cuerpo en el que pasa todo lo contrario. Son la «Cenicienta» del cuento de nunca acabar. Permítanme que les cuente ese cuento. Hay que empezar hablando de que es un cuerpo desconocido para gran parte de la población, y los que lo conocen los suelen confundir con políticos, con una figura que no se sabe bien qué hace en un ayuntamiento o con «suerte» con unas figuras que mandan mucho pero todo el mundo odia y «será por algo».
El cuerpo de funcionarios de habilitación nacional es el gran desconocido. Los secretarios, interventores y tesoreros de la Administración local son los veladores de la legalidad en las entidades locales. ¿Y a quién le importa? Ocurre que con frecuencia a muchos no les gusta que les digan lo que es legal y ahí empieza la fiesta. Solo hace falta poner en un buscador las palabras mágicas de secretario o interventor de ayuntamiento para que nos lleven a noticias sobre acosos, acusaciones, difamaciones sobre estas figuras (hagan la prueba).
¿Pasa lo mismo con otros cuerpos? Conocen una acusación generalizada hacia otros profesionales? Y es que muchas cosas fallan, pero nadie parece dispuesto a solventarlas. ¿Alguien puede fiscalizar a quien puede ayudar a abrirle un procedimiento disciplinario? ¿Hay apoyo entre los propios habilitados nacionales?
Muchos casos de corrupción se han desmontado por la labor de estos funcionarios, que a menudo ni cuentan con recursos técnicos para llevar a cabo sus funciones ni con el apoyo de los políticos que gobiernan en el municipio en cuestión. No hablemos de muchos ciudadanos, que piensan que los problemas de la denegación de sus solicitudes parte de los habilitados, cuando más bien parte de que no es posible legalmente. Y una sociedad que no entiende que cuando algo no es legal no lo va a ser por mucho que se empecine, no podrá luego quejarse de los políticos que nos gobiernan, porque ¿acaso los gobernantes no son ni más un menos que el reflejo de la sociedad?
Para ser habilitado nacional hay que estar encerrados debajo de un flexo días, noches, vacaciones y festejos. Hay que competir. Llorar. Es una de las grandes oposiciones. Nadie parece querer acabar con estos ataques. Pelear por 6.000 profesionales en toda España no tiene una gran repercusión electoral. Al fin y al cabo, ¿a quién le importa?