Galicia imprime carácter. Mucho carácter. Que se lo pregunten a Pablo Iglesias, que aprendió en estas tierras las primeras letras de la estrategia política y años más tarde parece pretender recuperar la experiencia para el contexto estatal. Quien vino a enseñarnos una nueva forma de entender la gestión pública, de asaltar los cielos y de hacer política frente a las viejas costumbres, se centra ahora en rescatar añejos modelos.
Porque hay que preguntar a Iglesias si lo que propone a Pedro Sánchez es recuperar el bipartito gallego. Aquel que nos gobernó o lo que fuera, y que a día de hoy no sabemos muy bien quién lideraba, porque, entre que Pérez Touriño era incapaz de dar un golpe encima de la mesa y que Anxo Quintana era uno de los políticos más hábiles que dio esta tierra, aún no conocemos al que mandaba, si es que mandaba alguien. Lo que sí supimos es de la incomunicación, los desencuentros, los encontronazos y las faltas de respeto entre las dos facciones del Gobierno, con conselleiros que se negaban a informar al presidente, con dos gestiones paralelas y con pisotones diarios que evidenciaban una competencia y una deslealtad incomprensibles. Y dos formas bien diferentes de entender Galicia. Lo que el propio Touriño llamó «bigobernación».
La competencia era tal que cuenta abochornado un viejo nacionalista que entonces acudió a una de las consellerías dirigidas por su partido para una gestión y que allí se le informó que «eso non é competencia nosa. Tes que chamar o outro goberno».
Y puede que eso sea lo que se pretende. El modelo Galicia trasladado a Madrid. Es impensable otro escenario, sobre todo con la desconfianza mutua entre Iglesias y Sánchez, que ya parece crónica. Tiene que aclarar el líder de UP si sueña con regir una vicepresidencia de la que dependan unos ministerios y ahí levantar un muro para gobernar y decidir y que los ministros únicamente despachen y rindan cuentas a él.
Aunque solo sea para tranquilidad de los gallegos. Que sabemos de qué va la cosa.