¿Caerá el PSOE en su propia trampa?

OPINIÓN

Ricardo Rubio - Europa Press

07 sep 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Todo indica que Pablo Iglesias, puesto contra las cuerdas por el artero movimiento de brazos y piernas de Pedro Sánchez, ha decidido cambiar el boxeo por el yudo, y que, en vez de seguir buscándole el hígado y el rostro a quien los tiene en grado sumo, va a poner en práctica el principio técnico de la no resistencia, empujando cuando sea atraído, y cediendo cuando sea empujado, con la esperanza de que el PSOE se desequilibre, y pegue la gran bofetada, víctima de su propio esfuerzo.

Lo que están pensando en Unidas Podemos (UP) es en aprovechar las teatrales negociaciones que el PSOE está organizando con vistas a unas nuevas elecciones, para, cuando llegue el momento de máximo empuje, rendirse con armas y bagajes, pasando incluso por las horcas caudinas, y regalarle a Sánchez, a cambio de nada, una investidura envenenada. En ese momento, calcula Iglesias, el dilema que hoy tiene UP -para quien es muy negativo pactar, y muy negativo forzar elecciones-, se trasladaría al PSOE, para quien sería una pésima solución embarcarse en una legislatura necesariamente fallida -e ir a elecciones dentro de un año-, y otra pésima solución rechazar el regalo envenenado de UP, que los convertiría en los únicos responsables del irresponsable chalaneo en el que han embarcado al país desde las elecciones de abril.

Si UP hace lo que piensa, la altísima probabilidad que había -hasta ayer mismo- de que se convocasen nuevas elecciones, se equilibraría -al 50 %- con la hipótesis de que Sánchez quedase instalado en un forzado desgobierno monocolor del que solo podría salir, con los pies por delante, para darle el relevo a la derecha. Pero la maniobra de Iglesias tampoco está exenta de riesgos para UP, ya que, siendo cierto que le abre al PSOE un enorme roto, no es seguro, en cambio, que libere a Iglesias del deterioro irreversible en el que han entrado su partido y su imagen personal, que, tras haber irrumpido en la política para arreglarlo todo, dar ejemplo en todo, y regenerar la política, se habrían convertido en los causantes de la inestabilidad y el deterioro que afectan a la política española.

Personalmente sigo creyendo que el enorme coste político y económico que representa la convocatoria de unas nuevas elecciones es más soportable que el desastre diferido que supondrían una coalición PSOE-Podemos, o un desgobierno monocolor del PSOE que aún enrarecería más el panorama político español. Y por eso sigo abogando por el mal menor de una convocatoria, que ya parecía encarrilada, y que el yudoca Pablo Iglesias puede descarrilar con cierta facilidad, cosa que, a pesar de comprenderla -porque los gatos acorralados se convierten en tigres-, también lamento profundamente, ante la perspectiva casi inevitable de un prolongado y descomunal desgobierno.

De lo que en cambio estoy seguro es de que Iván Redondo ya ha perdido el control de este lamentable juego, y que por eso estamos abocados a una larga crisis política y económica cuyas formas y consecuencias son ahora imprevisibles.