
En un opúsculo sin desperdicio, a modo de ucronía, el estudioso del universo Irwin S. Bellamy alienta una teoría de la conspiración según la cual el prominente científico Isaac Newton jamás llegó a formular la ley de la gravedad puesto que la manzana que propició tal descubrimiento pesaba treinta y siete kilos (gusano aparte), con lo que el impacto contra la noble osamenta craneana habría sido fatal de necesidad y la eminencia no solo no habría podido pronunciar el famoso ¡eureka!, sino que además no habría dicho ni pío, ni mu, ni esta boca es mía. La obrita nos remite a otros escritos de Bellamy que desvelan un personaje poliédrico: el inventor de un paraguas para guarecerse de la lluvia de estrellas; el autor de un diccionario Inglés-Marciano Marciano-Inglés, que estima de interés crucial para el entendimiento entre la humanidad y la extraterrestridad; el avezado practicante de un windsurf sideral, empujado por el viento solar; y, en fin, el desarrollador de una aplicación de móvil que nos informa de cuánto tardará en pasar de nuevo el cometa Halley, inspirada en las que indican los horarios de los buses urbanos.
De entre su abstruso corpus teórico sacamos a colación aquellas tesis que nos parecen más dignas de resaltar, como la que sostiene que los de Saturno más que anillos son hula hoops, y una en la que alecciona a sus colegas oteadores del cosmos sobre que, teniendo en cuenta que es un planeta enano, Plutón ha de observarse con microscopio y no con telescopio. Buena parte de su pensamiento se centra en lo concerniente a la Luna, proponiendo, entre otras lindezas, recubrir la superficie de nuestro satélite de un material antihuellas para que no se marquen las pisadas de los astronautas, o limar las puntas de los cuernos del cuarto creciente en evitación de que los tales cosmonautas se perforen la planta del pie al hollar el cuerpo celeste. Para los compiladores de disparates queda aquel artículo en el que transcribía así la famosa frase pronunciada en el Apolo 13:
-Houston, tenemos un problema: Un tren sale de Nueva York a las 12.00 horas a 70 km/h, y al mismo tiempo otro tren parte de Chicago a las…
En su haber, es de justicia dejar constancia de que fue el primero en advertir la presencia de agua en la Luna, aunque el razonamiento que lo condujo a tal conclusión ocasionó disparidad de opiniones entre los expertos en la materia, pues no todos aceptaban como válido el argumento de que los cuartos menguantes no eran sino la Luna mojada que encogía.
Es oportuno mencionar sus aportaciones al campo de las unidades astronómicas de distancia. De este modo, y habiendo considerado en ciertos casos la vaguedad del año luz, popularizó el empleo del año bisiesto luz atendiendo a un mayor rigor y precisión. Igualmente lleva su sello el concepto de instante luz, esto es, la distancia que recorre la luz en un instante; y, aunque no goza del mismo predicamento en el seno de la comunidad científica internacional, lo tenemos por progenitor del momentito luz (no confundir con el ratito luz), que mediría el trecho que anda la luz en un momentito.
Últimamente, Irwin S. Bellamy se halla inmerso en sesudos cálculos para ver de incrementar la velocidad de rotación de la Tierra, pretendiendo conseguir con tal fuerza centrífuga secar en un santiamén todas las coladas del planeta, pudiendo así obviar el centrifugado en la lavadora, con el subsiguiente ahorro en electricidad.