Algunos comentaristas sostienen que el PSOE y Pedro Sánchez están conquistando el centro político, ese supuesto arcano del poder en España, en detrimento no ya de los populares de Casado, situados en una política autoritaria y excluyente, sino de aquel Ciudadanos, lejano socio de un gobierno imposible. Y quizás pueda ser así, pero en las elecciones en España no es suficiente la percepción y el mensaje, todo depende también de la ley electoral. E igual que en 1977, es ahí donde las derechas buscan tranquilidad. Para ello Casado predica el España Suma, para una mayoría de bloqueo en el Senado y capitalizar la suma en esas 26 provincias en las que el número de diputados y la ley d’Hondt las acerca a un sistema mayoritario.
La estrategia del España Suma, tan socorrida cuando la desunión de las derechas ha hecho peligrar su poder, es un remedo de aquella vieja Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), pero también de la mayoría natural de Manuel Fraga y la refundación popular que con demoledoras estrategias repuso en el poder a la derecha de José María Aznar. Un poder ejercido sobre lo público, del que aún están vigentes en los juzgados las corrupciones y cuando fue necesario un tamayazo, el uso del terrorismo, y el bloqueo y mal uso de las instituciones.
Que Casado acuda a la estrategia de confluencia de las derechas, luego de su incuestionable derrota electoral paliada por la coalición de poder con Ciudadanos y Vox, está en línea con toda una tradición del poder en España. Acuciados además como están los populares al haberse convertido en un partido testimonial en el País Vasco y Cataluña, e incluso acudiendo a Rosa Díez (UPyD) para fortalecer la defensa «de lo común». Los populares andaluces, con poder ejerciente en una de las antes ilegitimas «coalición de perdedores», ya apoyan España Suma. Se mantiene la resistencia de los «riveristas» y una dubitativa posición de Vox. También resisten desde dentro los populares de Feijoo en Galicia, y de Alonso en el País Vasco. Todavía.
Frente a esa estrategia bien definida en las derechas, Sánchez e Iglesias tontean con los resultados electorales en un tiempo infinito que nos lleva al hartazgo. Por la falta de gobierno, pero sobre todo porque se permiten el lujo de no saber cómo y para qué nos quieren gobernar en esa histórica negación del ejercicio del poder de las izquierdas, siempre antes «muertas que sencillas». Con desprecio de los graves problemas económicos y políticos que padecemos, en un juego electoral desde el 2015 de suma cero, que las encuestas para el mañana confirman. Hartazgo evidente en el millón y medio o dos millones de votantes que se irían a la abstención decepcionados porque Sánchez e Iglesias hayan logrado frustrar el gobierno posible, y los dejen de nuevo al albur del poder de las derechas. Que no se inquietan.