El entorno de Pablo Iglesias debe estar ardiendo. Ardiendo de inquietud y probablemente de ira, aunque lo disimulen de cara al exterior. Es que el lanzamiento de la candidatura de Íñigo Errejón, más las estrategias de Pedro Sánchez, más algunas de las encuestas que se publican, parecen una maniobra perfectamente orquestada para destruir a Podemos. Y lo que más les puede doler: de haber algo parecido a una conspiración, es una conspiración de la propia izquierda, no de los «poderosos», tampoco de los editores de medios informativos, ni del Ibex 35 que Pablo Iglesias lapidó en su discurso de retorno después del permiso de paternidad.
Los hechos son estos. Errejón administró con astucia la información de su candidatura. Primero dejó que corriera el rumor, después creó expectación ante la asamblea del sábado sin su asistencia, después desapareció para aumentar la expectativa de si él sería el candidato a la presidencia y cabeza de cartel, y hoy vuelve a estar en los periódicos como si su presentación fuese una sorpresa. Ha disfrutado de unos días de propaganda gratuita en periódicos, radios y televisiones, mientras los líderes de su anterior partido tenían que estar callados o con apariciones puntuales para que les preguntasen… precisamente por Errejón. Estrategia sobresaliente.
Al mismo tiempo, se pusieron a trabajar en las confluencias de Podemos y la pesca está resultando fructífera: el partido valenciano Compromís, que forma gobierno con el socialista Ximo Puig, se apuntó a Errejón, aunque conserve su nombre y su identidad. Lo mismo ocurre con la Chunta Aragonesista. Se habla mucho de que las Mareas también pueden apuntarse. Ahora mismo hay contactos con Cataluña en Comú. Y Adelante Andalucía, con toda su fortaleza, se distancia de Podemos, reclama autonomía y quiere formar grupo parlamentario propio. Este próximo domingo, que se cierra el plazo para la presentación de coaliciones, será la fecha de la gran batalla de la que saldrá el ganador. Podemos no es el favorito.
Si eso está pasando, el señor Iglesias y su equipo tienen que hacer una grave reflexión sobre qué errores han cometido. Tienen que haber sido notables para que una escisión ponga tan en peligro la superioridad del partido matriz. Y no creo que sea por la casa de Galapagar. Tiene que ser por los mismos motivos por los cuales solo queda Pablo Iglesias en la foto de los fundadores, quizá por su hiperliderazgo, quizá por exceso de egocentrismo, quizá por falta de comunicación. Lo único cierto a estas alturas del calendario es que aquel sueño de un gran Podemos, capaz de aspirar a gobernar, hoy aparece formalmente desinflado. Por lo menos, deteriorado. Como diríamos en Galicia, por algo será.