Faltan todavía 24 días para que comience, pero la campaña electoral ya se le está haciendo larga al PSOE. Si algo empieza a quedar claro es que, como era previsible, porque así ocurre casi siempre que un dirigente político adelanta los comicios o fuerza su repetición pensando en su propio beneficio y basándose en las encuestas, es que Pedro Sánchez y su asesor de cabecera han cometido un error garrafal al pretender que los españoles le den al PSOE en las urnas una mayoría estable que no supo ganarse negociando tras el 28A. Las dos principales premisas en las que se basaba la estrategia de Sánchez han naufragado ya con estrépito. La primera era presentarse ante los ciudadanos como una víctima del bloqueo y responsabilizar al resto de partidos de que tengamos que celebrar las cuartas elecciones generales en cuatro años. Todos los sondeos reflejan, por el contrario, que los votantes identifican a Sánchez como el máximo responsable de ese dislate político.
La segunda premisa era confiar en que el voto útil movilizaría en torno al PSOE a la gran mayoría de electores de izquierda. Y, también al contrario, lo que sucede es que el PSOE no solo se estanca, sino que su tendencia es negativa, hasta el punto de que empieza a mirar más bien hacia abajo. Concretamente, hacia la frontera de los cien diputados por la que asoma el PP. La campaña electoral más corta de la historia, de solo ocho días, se le va a hacer así eterna a Sánchez, porque no se atisban elementos de peso que jueguen a su favor. Si, como parece con su giro en torno a la aplicación del artículo 155, los ciudadanos perciben que utiliza electoralmente la crisis en Cataluña, la estrategia se volvería en su contra. Lo mismo podría suceder con el intento de convertir la exhumación de Franco en un espectáculo trasladando el cadáver del dictador en helicóptero en plena campaña electoral. Y el evidente frenazo de la economía hace inverosímiles muchas de las grandes promesas en materia social que presentó ayer.
De momento, lo que ha conseguido Sánchez es que, habiendo tenido dos opciones para formar mayoría, una pactando con Unidas Podemos y los partidos de la moción de censura y otra negociando con Ciudadanos un Gobierno que habría tenido 180 escaños, ahora no tenga ninguna de las dos. Rivera y Sánchez van a pagar caro no haber intentado siquiera esa segunda opción. El líder de Cs, con una caída en picado que por ahora no tiene suelo. Y el del PSOE, encontrándose donde nunca quiso. Sin más opción que negociar con el PP. La gran coalición o el gran acuerdo entre populares y socialistas no es solo la pulsión natural de una mayoría de ciudadanos hartos de unos nuevos partidos que llegaron prometiendo soluciones para todo y no han aportado nada. Es que, a la luz de los sondeos, es ya casi la única opción viable. Y esa tendencia no va hacer otra cosa que consolidarse de aquí al 10N. La paradoja es que el grave error de cálculo de Sánchez puede acabar dando a España el Gobierno que necesita urgentemente desde el año 2015. Uno constitucionalista, moderado y económicamente pragmático.