Es la guerra. La guerra demoscópica. La abrió el Centro de Investigaciones Sociológicas con su barómetro electoral y la declaró formalmente Narcís Michavila, presidente de GAD-3, con este mensaje en las redes sociales: «Esta será la peor estimación del CIS en toda su historia». Se entiende la reacción del señor Michavila: la encuesta del CIS contradice todas las encuestas privadas, empezando por las suyas, y quizá contradiga también las que se publiquen el próximo fin de semana. Donde todas alimentaban las ensoñaciones del PP, el organismo oficial vaticina un triunfo del PSOE que ni los más optimistas se atrevían a pronosticar. Donde había práctica unanimidad en proclamar un sustancial crecimiento de Vox, el CIS le hace perder algún escaño. La estrepitosa caída de Ciudadanos es algo más suave, aunque sea severa, en el estudio del que se responsabiliza Tezanos. Y la única verdad es la que dijo Pedro Sánchez a sus fieles: las elecciones no se ganan en las encuestas; se ganan en los votos.
En principio, la credibilidad hay que dársela al CIS por la cantidad de entrevistas que realizó (más de 17.000); por la calidad del trabajo de campo (entrevistas personales, no llamadas telefónicas); por la capacitación técnica de Tezanos y porque acertó en las pasadas elecciones de abril. En su contra juega la sospecha de intencionalidad política, porque crear la imagen de ganador trae votos. Y las dudas proceden del tiempo en que se realizó la encuesta: del 21 de septiembre al 13 de octubre, justo antes de los graves incidentes en Cataluña por la sentencia del Supremo y de la exhumación de Franco del Valle de los Caídos. Ambos acontecimientos tienen que haber influido en la intención de voto, aunque no sepamos cómo ni cuánto. La horquilla de escaños atribuida a todos los partidos, empezando por el Socialista, es suficiente para que quepan en ella los disturbios, Franco y todo lo que pueda ocurrir en los próximos días.
Para este cronista lo más importante es que, si las urnas confirman las profecías de Tezanos, por fin puede haber gobierno. Pedro Sánchez no dormirá al pensar que quizá tenga que coaligarse con Pablo Iglesias, pero entre ambos pueden hacer mayoría absoluta, que dicen que es lo que importa, más que el programa de gobierno, tan izquierdista, que salga de esa alianza. Puede incluso asociarse con Albert Rivera, salvo que sus militantes vuelvan a gritar «Con Rivera no». Con esa perspectiva, los tres líderes ya pueden rebajar el tono de sus ataques en campaña. Después, cuando hablan las urnas, es muy difícil desdecirse. Y hay algo que es toda una sentencia: este país no admitiría terceras elecciones. Y menos, con las posibilidades de pacto que se pueden abrir.