Se acabó la campaña más corta que ha durado años. Ya no hay tiempo. Toca decidir para salir del bloqueo. Que cada uno elija lo que quiera que siempre es una manera de decir no a los demás. Así es la democracia. Cualquier decisión invalida mil futuros, que dijo Octavio Paz. Es el mejor sistema de los posibles. A Borges, el escritor, no el de los cacahuetes, le costó un premio Nobel decir que la democracia era el curioso abuso de la estadística. Quería defender un gobierno de las élites. Pero hoy vale lo mismo la papeleta de quien se deja la vida bajo la lluvia en un andamio que la del ejecutivo que solo pisa aviones y hoteles de lujo. El voto del que trabaja sobre cascotes y el que lo hace sobre alfombras. Pesa lo mismo la elección del que no llega a fin de mes y mira con desesperación a sus hijos que la del que tiene fondos sin fin y cuentas bancarias con todas ceros que marean. Del que va en patinete o del que se acaba de comprar un cochazo. Hoy somos todos iguales ante la urna como desde el 77. Por eso es intolerable que haya posibilidad de que prosiga la violencia o la coacción en Cataluña. Que se señale al rival con saña hasta en la jornada de reflexión. Los catalanes, todos, tienen que optar este 10N porque hablen las bocas de las urnas, no por los gritos y los insultos. Ya está bien de cortar carreteras, de acampadas que violentan la vida normal y la convivencia. Hoy se trata de votar, justo lo que no paran de pedir todas las partes. España tiene que salir del bloqueo, aunque los resultados no varíen mucho. Si los números son iguales significa que el pueblo ha hablado y que los políticos tienen que pactar, que llegar a acuerdos. Que ejercer el arte de la política, que no es otro que el diálogo. Deben aparcar sus inmensos egos, de tamaños gigantescos, y ponerse de una vez a trabajar. Viene una crisis económica y el país no está para más funciones teatrales en el Congreso. Toca votar. Ojalá el título de esta jornada sea votad, votad, benditos y no el ruido de los que solo buscan que todo se hunda. De los que quieren y creen que cuanto peor, mejor. Que unos y otros hablen con las papeletas. Una persona. Un voto. Las únicas armas, los sobres. Ya es increíble que tengan que ir interventores de otras autonomías, que se haya desplegado un ejército de policías por el bien común. El recuento dará y quitará razones. Si hay esperanza en Cataluña, no estará en atacar a interventores o en cerrar colegios, vendrá de las manos libres para elegir partido. No más amenazas. Que triunfe hoy el sentido común, el seny, el sentidiño. Que el único imperio sea el de la libertad.