Lledoners. Waterloo. Galapagar. ¿Y el interés general?

Francisco Espiñeira Fandiño
Francisco Espiñeira SIN COBERTURA

OPINIÓN

Eduardo Parra - Europa Press

04 dic 2019 . Actualizado a las 19:32 h.

No parece de recibo que en una democracia avanzada haya que negociar en una cárcel con un preso, condenado por atentar contra las más elementales estructuras del Estado y la convivencia, el apoyo a un Gobierno que, según los preceptos básicos del sistema, debe velar por el interés general de todos los españoles.

No parece de recibo que los dos responsables de los principales sindicatos españoles se preocupen más de la conformación de un Gobierno acorde con sus expectativas ideológicas que de la defensa de sus miles de afiliados que ven como los cinco últimos años de lentísima recuperación económica se esfuman y todos los indicadores reflejan un horizonte de problemas a corto plazo.

Así, mientras las estadísticas del paro nos informaban este martes del peor dato de creación de empleo de los últimos seis meses, el vasco Unai Sordo (Comisiones Obreras) entraba en el despacho acondicionado por la Generalitat —titular de las prisiones catalanas— para que Oriol Junqueras pueda despachar con sus visitas en el penal de Lledoners. El jueves anterior le había tocado al catalán José Álvarez (UGT), casi al tiempo que se ultimaba el informe de la Fiscalía de Asturias en el que se recogía una acusación contra los responsables de su formación en el Principado por desviar 1,4 millones de euros procedentes de los cursos de formación a los parados. «Nosotros ya hemos dicho que queremos un acuerdo de Gobierno entre el PSOE y Unidas Podemos», intentó defenderse Álvarez, al que, por cierto, no se le oyó —tampoco a Sordo— ni una sola mención de condena al desfalco protagonizado por históricos responsables socialistas en el caso de los ERE andaluces cuya primera sentencia acaba de salir hace escasos días.

Es obvio que Álvarez y Sordo pueden hacer en su tiempo libre lo que quieran, aunque quizá no representen al sentir de todos los miembros de sus sindicatos para ejercer una presión política de este tipo.

La anterior visita a Lledoners —la de Pablo Iglesias para lograr el apoyo de ERC a los presupuestos hace un año— acabó en un rotundo fracaso y en el adelanto electoral de marzo que ha sumido al país en una parálisis total. Álvarez y Sordo se convierten ahora en cómplices de una negociación que, si acaba mal, les arrastraría a ellos también por su implicación.

Mientras, Pedro Sánchez guarda silencio sobre una compleja investidura cuyos tres puntos de apoyo no parecen demasiado sólidos. Galapagar, la residencia de Pablo Iglesias, Lledoners, cuartel general de los políticos catalanes condenados por sedición, y Waterloo, el refugio del huido Puigdemont, se encuentran en unas coordenadas tan dispares que obligan a pedir a todos los implicados un poco de sentidiño. Y que, por una vez, prime el interés general en vez del de unos pocos. España se lo merece.