Nadie en su sano juicio creerá nunca que un partido de ámbito estatal español firmará la independencia de Cataluña. No lo hará el PP, ni el PSOE, no lo hará por supuesto Vox y tampoco lo hará Podemos; porque el partido que hiciera o fomentara tal ruptura se vería destinado a desaparecer de la faz del territorio español. ¡Olé!
Esto lo saben todos los partidos españoles, los miembros de todas las instituciones políticas del Estado, incluso lo sabe mi hija Manuela, que ha cumplido tres años hace poco y empieza a escribir las letras con dificultad.
Y por eso tiene tanto valor el acuerdo suscrito por ERC, porque sabedores de todo esto suscribieron un acuerdo con el PSOE que nunca conducirá a la independencia de Cataluña sino, exclusivamente, a desbloquear la situación en la que se encuentran inmersas la política española y la catalana desde hace ya demasiado tiempo.
Decía Ábalos que el acuerdo con ERC es una oportunidad al diálogo, pero la verdad es que es una oportunidad para España, para la España plural, para la España inclusiva, para la España de todas y todos; y mucho me temo que la España excluyente crea que la oportunidad de la que hablaba Ábalos sea una oportunidad para el PSOE y se empeñe, una vez más, en reventarla con lo que diga o no diga el acuerdo.
No se me oculta que el dichoso acuerdo ofrece mayores posibilidades para la hermenéutica de lo que no dice que de lo que dice, que es bien poco, y ofrece numerosos flancos a las interpretaciones que cualquiera quiera hacerle.
Pero lo importante de este acuerdo no es lo acordado, sino el propio hecho de acordar, que supone cambiar el paso al modelo de ‘institucionalización del desencuentro’ actualmente imperante. Un cambio de paso que ha pillado a varios comiendo aún las uvas, empezando por el propio Torra, que ha salido inmediatamente a desvincularse de la responsabilidad que le otorgan sin su voluntad.
Mientras más les disgusta al radicalismo nacional, catalán y español, mayor interés me parece que puede tener lo que acaban de firmar el PSOE y ERC.
El Equipo de Investigaciones Políticas, al que pertenezco, lleva varios años midiendo la política y las emociones que la política despierta en los ciudadanos catalanes, y les aseguro que debajo del soufflé mediático y político, alimentado de la semántica correspondiente, la ciudadanía catalana está política y emocionalmente orientada a una solución de encuentro mayoritario que bien se puede construir desde este acuerdo.
Porque el verdadero salto de este decepcionante acuerdo es que la solución catalana y la solución española son la misma solución; y solo podemos construirla entre todas y todos. Visca Catalunya y Viva España.