En uno de los capítulos de la tercera temporada de la serie The Crown hay un enjundioso diálogo entre la actual monarca británica, Elizabeth II, y su hijo Charles. Este le reprocha a su madre el no poder expresarse, no tener voz. Entonces ella, visiblemente molesta por el comentario, le cuenta que su bisabuela, la reina Mary, le dijo una vez que «no hacer nada es el mayor trabajo. Requiere cada gramo de energía, porque ser imparcial no es humano, no es natural», pero que, como familia real, debían ocultar los sentimientos. «Pero yo tengo un corazón que late, personalidad, mente y voluntad propia, no soy solo un símbolo», le rebate Charles.
Esto me hace pensar en el papa Francisco ante el reciente incidente en la plaza de San Pedro del Vaticano. Se trata del asunto del manotazo, lo recordarán ustedes porque la imagen se ha hecho viral: tras oficiar la última misa del año, como es habitual, Francisco saluda a los fieles. De pronto, cuando ya ha dado por terminados los saludos, una mano como una garra se desprende del cuerpo de una mujer, lo atrapa por la manga y tira con fuerza de él. Francisco, que casi pierde el equilibrio, trata de soltarse. Cuando por fin lo logra, le da un manotazo a la mujer en señal de reprimenda y se aleja, visiblemente enojado. Pese a que el papa pidió disculpas en su homilía del día siguiente (por haber «perdido la paciencia» y por «el mal ejemplo»), el hecho fue captado por las cámaras de televisión y desató innumerables reacciones y comentarios en las redes sociales. Como siempre, hay de todo: desde personas que condenan con crudeza su proceder hasta quienes interpretan la reacción como humana y le restan importancia. El tema es delicado, pero si tengo que escoger, me pongo de parte de estos últimos. Debajo de la casulla del Papa también hay un corazón que late (¡y menos mal!), que se irrita cuando está cansado y que pierde la compostura. No hacer nada siempre es sin duda el mayor trabajo.