El 2020 será un año complejo para la política española y también para la gallega. El acuerdo entre el PSOE y ERC cierra el proceso electoral español y abre el catalán, el vasco y el gallego.
Es la primera vez que España tendrá un Gobierno de coalición, fruto de la fragmentación partidaria, y muy pronto su funcionamiento alimentará las expectativas de los contendientes en las comunidades autónomas.
El PP y el PSOE gallegos tienen clavados sus ojos en el Gobierno de España, los primeros para demostrar la imposibilidad de toda posibilidad, y los segundos para engancharse a este nuevo modelo en el que resulta urgente el «elogio a la coalición».
Frente a las bondades de las mayorías singulares, aclamadas por el PP de otro tiempo, ahora prevalece el elogio a la «coalición necesaria», que alimentado por el PP de Madrid o Andalucía resulta un incordio para el relato de Feijoo, el último de los baluartes del PP que aún pretende la hegemonía del centro derecha en su territorio.
La organización del PP de Galicia, el liderazgo de Feijoo y las continuas rupturas de la izquierda gallega alimentan esa posibilidad. Los datos, sin embargo, especialmente los de los tres últimos comicios, juegan en su contra. Y aunque los resultados de generales o municipales no se pueden extrapolar a autonómicas, a ellos se aferra el líder de los socialistas gallegos, ansioso de un desafío que quizá le ha llegado antes de tiempo, pero al que no deja de plantarle cara.
El 2020 será el año decisivo para Gonzalo Caballero, que atacará el agotamiento del proyecto de Feijoo mientras este le recriminará su falta de experiencia institucional. Nunca hasta ahora el escenario ha estado tan abierto a tantos actores, pero la clave está en descubrir si los gallegos preferimos aferrarnos a la experiencia o promover la renovación tantas veces reclamada.
Feijoo terminó el año mirando primero a los electores socialistas, pidiendo a su partido una abstención en Madrid; y luego a los votantes de Vox, atacando el previsible acuerdo del PSOE con los nacionalistas, en un intento de reengancharse a Casado.
Las dos rutas al unísono no caben, o busca a los votantes del PSOE o a los de Vox. Antes, la hegemonía de la derecha garantizaba la mayoría absoluta; hoy, su búsqueda puede significar el abandono de Monte Pío. Y por eso Feijoo tendrá que separase de la estrategia de Madrid y abrirle el flanco a Vox, porque aquí el centro sí está en disputa y es decisivo.
Y mientras los restos de las Mareas intentan reorganizarse bajo la coordinación de Noriega, el BNG de Pontón se rearma en la coherencia nacionalista que les trajo hasta aquí. Pragmatismo frente a esencias, esas han sido las dos rutas de los viejos BNG, y ahora toca comprobar los réditos de ambas.
Esa disputa de la izquierda permite a Gonzalo Caballero disputar el centro a Feijoo o subirse a la cola de Madrid; aunque en su caso, ambas opciones son compatibles. Tiempo de elecciones, tiempo de retos.