Que dos gallegas sean ministras, nada menos que de Economía y de Trabajo, en un Gobierno que arranca en un momento crítico, demuestra el potencial de las mujeres gallegas. Las dos son jóvenes, formadas y bregadas, con perfiles diferentes, complementarios, como lo son sus ministerios. Hagan lo que hagan, van a ser criticadas por los de siempre. Los paternalistas de derechas las van a criticar por ocuparse de asuntos tan masculinos como los salarios o los convenios colectivos, y los paternalistas de izquierdas, por no actuar como Pepa, a loba, bandida que asaltaba a caciques y curas a finales del XIX. A los ministros anteriores se les aceptaba sin prejuicios sobre su condición de varones, aunque a veces se criticaba su condición de gallegos, porque eran muchos. Desde la desamortización, los hijos de rentistas e hidalgos gallegos fueron un vivero de ministros para sucesivos gabinetes; en alguno ocuparon la mitad de las carteras.
Nadie evaluó la idoneidad de Calvo Sotelo, Casares Quiroga, Fraga, Cabanillas, Rajoy, Molina, Caamaño o Blanco en razón de su sexo; tampoco la de Salgado o Pastor. Eran otros tiempos. Ahora, en época de paridad, los de siempre comienzan por devaluar los currículos de las ministras gallegas recién nombradas. Nadia Calviño solo habla español, alemán, inglés y francés; solo es licenciada en Económicas y Derecho; solo pertenece al cuerpo superior de técnicos comerciales y economistas del Estado y al de funcionarios de instituciones europeas; solo fue directora general de Presupuestos de la Comisión Europea; solo fue subdirectora del ministerio y ministra de Economía. Yolanda Díaz solo fue concejala, teniente alcalde, diputada autonómica y nacional; solo se licenció en Derecho y se especializó como abogada laboralista; solo se hizo activista para defender a los trabajadores del naval, del metal, de los hoteles, etcétera.
En Galicia, el empoderamiento femenino viene de antiguo, si bien no se conocía con ese nombre. La economía real siempre ha sido cosa de mujeres. Han sido las que han resuelto las situaciones críticas cuando venían mal dadas, aprovechando al máximo los recursos o diversificando la base productiva familiar (ordeñando, mariscando, cosiendo). A ver si ahora vamos a ser los gallegos los que critiquemos que dos gallegas sean las máximas responsables de la economía del país. Permítaseme el chauvinismo: ¡dos gallegas y más que hubiera!