Amanece, que no es poco

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

05 feb 2020 . Actualizado a las 08:17 h.

Todos somos contingentes, pero tú eres necesario. Eso le gritaban los vecinos al alcalde. Y fue mucho antes de que Mariano Rajoy soltara su propio enredo verbal sobre vecinos y alcaldes. Porque ese particular lugar de España que se ha quedado prendido en el tiempo y en las memorias ha dejado fogonazos tan surrealistas como premonitorios. En ese pueblo de contingentes, cuando la manipulación genética era una quimera, una labradora cultivaba con todo su amor a un hombre en su finca. Antes de que las «hadas informáticas» se colaran en ciertas novelas fusilando párrafos y párrafos, en ese lugar no se perdonaba lo de plagiar Luz de agosto, de William Faulkner: «¿Es que no sabe que en este pueblo es verdadera devoción lo que hay por Faulkner?». Se elegía por votación al tonto del pueblo, que no deja de tener su gracia, sobre todo en estos tiempos de guapos tan listos. Cuando nadie cheiraba los giros varios del procés, decidían en las urnas expulsar a los represores: «También ha salido que los de la invasión se tienen que ir». No estaba el universo tan poblado de gurús como ahora, pero un personaje se planteaba, de repente, ser intelectual, porque no tenía «nada que perder». Y en el presente muchos habrían lapidado a más de un habitante por hacer chascarrillos sobre lo negra que es la piel de un personaje o sobre un asesinato machista. La verdad es que allí la gente, más que matarse, se moría «divinamente». En realidad, todos eran necesarios. A José Luis Cuerda habría que llorarlo aunque solo hubiera rodado Amanece, que no es poco. Por todo lo que anochece, que es mucho.