La escena fue viral y es memorable, no necesita palabras ni rótulos y merece ser llevada al cine por algún director talentoso y preocupado por este mundo en el que vivimos. Trump, más Donald que nunca, entrega su discurso a la presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi. Ella le tiende la mano. Y él la rechaza. Pero la veterana política demócrata (tiene 79 años) se las sabe todas y espera su oportunidad. Llega al final del discurso. Con el presidente delante de su sillón, se levanta y rasga su copia de la intervención. Bum. La temperatura política en EE.UU. subió de repente 50 grados. Y las redes ardieron.
Entre la avalancha de mensajes en favor y en contra de los dos gestos destacó uno del trumpismo. Lo colgó el «ministro de Exteriores» Mike Pompeo. Y mostraba a uno de los personajes más icónicos de la televisión, Lisa Simpson, llorando y rompiendo páginas. Con esta imagen intentaba defender a su jefe y desacreditar a Pelosi. Pero logró el efecto contrario.
El contexto es el rey. Y en ese mítico capítulo de Los Simpson la idealista e inteligente Lisa va a Washington tras ganar un premio por un ensayo sobre los valores americanos, pero lo rompe tras ver a un congresista aceptar un soborno. Aquellas lágrimas eran por la democracia. Hoy lloraría por la polarización política. Y también por el mandato de Donald Trump y sus enormes posibilidades de salir reelegido.