No hay nada que le garantice a Feijoo que adelantar las elecciones es una buena idea. Como tampoco nada le garantizaba el éxito en caso de que su elección hubiera sido llevar la legislatura hasta el final. Pero está claro que a un político experto como es el presidente de la Xunta le salieron las cuentas cuando puso en la balanza las ventajas e inconvenientes de datar los comicios a principios de abril junto a las elecciones autonómicas vascas.
Y es que Feijoo tiene claro que el punto de partida actual es difícilmente mejorable a la hora de afrontar unas elecciones. Primero, los estudios demoscópicos le dan ganador, aunque por un escaso margen. La última encuesta de Sondaxe le otorgaba 38 escaños y es un indicador de que, como mínimo, está en condiciones de luchar por la victoria con posibilidades.
Segundo, mejor elecciones en compañía que por separado. Compartir elecciones con los vascos significa que la veintena de ministros del Gobierno de España tendrán que repartirse a la hora de hacer campaña y no estarán día sí y día también luchando por cada palmo del territorio gallego.
En tercer lugar y a pesar de los esfuerzos y retiros espirituales que ordena Pedro Sánchez con sus ministros, lo cierto es que ahora mismo existe cierta desconfianza en cuanto a lo engrasado que pueda estar el Gobierno de España. Ese recelo ahora mismo beneficia por contraste con la estabilidad que representan los ejecutivos de Feijoo. En este sentido, existe cierto temor a que el paso del tiempo pudiera llevarnos a un gobierno nacional cohesionado de verdad que saca adelante sus presupuestos y que incluso arregla problemas que tiene pendientes con Galicia.
En cuarto lugar nos encontramos con el estado de la oposición. El PSdeG atraviesa un buen momento, tal y como se ha demostrado en las diferentes elecciones generales celebradas. Pero a Gonzalo Caballero le habría venido de maravilla algún mes más para afrontar con mayores garantías el asalto a la Xunta. Luego está la incógnita de Ana Pontón, artífice del renacer del BNG y que se encuentra en plena baja de maternidad. Y también la izquierda rupturista, que a día de hoy sigue siendo un guirigay y goza de muy poco tiempo para definirse.
Por último, a la derecha del Partido Popular, parece que ni Vox ni Ciudadanos son capaces a día de hoy de mordisquearle un solo escaño y no se atisba que surjan líderes en Galicia que por la diestra le puedan hacer daño al actual presidente. Y menos si Vox insiste en su línea de considerar el Gobierno de la Xunta poco menos que un ejecutivo nacionalista.
El adelanto, por consiguiente, parece el menor de los riesgos a correr por parte de Núñez Feijoo. Se avecinan unas elecciones apasionantes. El partido será duro y el resultado no está decidido, pero acabará o con una nueva mayoría absoluta de Feijoo, o con un tripartito, cuatripartito o pentapartito liderado por Gonzalo Caballero.