Ruido. Frío, punzante, vertical. Discusiones a todas horas; voces de pacotilla, en la televisión, en la radio, en el periódico. Ruido para tapar la ineptitud. Ruido para disimular la mediocridad de la vida política española, rebajada a un lamentable espectáculo de taberna o al chismorreo de una peluquería. Ruido que golpea, que se mete por los oídos y sale por la boca. El panorama es cada vez más deplorable, y el horizonte poco halagüeño. Por eso, es un alivio y un consuelo encontrarse con cosas sencillas y bien hechas. En medio de este guirigay tejido de egoísmos y vanidades, de luchas por el poder, hay cosas que aún llaman nuestra atención.
Hoy quiero hablarles de una iniciativa que, aunque pequeña, para algunos supone un logro colosal: la Empresa Municipal de Transporte (EMT) y Metro de Madrid, en colaboración con Plena Inclusión Madrid, han desarrollado un programa para que personas con discapacidad intelectual aprendan a moverse solas en transporte público por Madrid. Bajo la supervisión y con el acompañamiento paciente y generoso de trabajadores de las propias empresas, ya son más de treinta las personas las que lo han hecho, y muchos más siguen entrenándose ahora mismo. Se trata de repetir rutinas y de practicar todas las situaciones imprevistas que puedan surgir y que presentan más problemas para este colectivo (pérdida de orientación, pasada de estación o de parada de autobús, desalojo o cambio de ruta, inspección de billetes, entradas y salidas cuando hay mucha gente, etcétera). A pesar de que la iniciativa es pionera a nivel mundial, y de que, en el caso de la EMT, ha recibido ya cinco premios, no se comenta en tertulias de la televisión, ni se anuncia a bombo y platillo en ruedas de prensa, ni da titulares: ni falta que hace. Como todas las cosas sencillas y bien hechas, no está rodeada de ruido. Es solo un granito de arena, una pequeña y silenciosa hazaña que afecta al bienestar de un colectivo y sus familias, pero, en medio de este clamor estéril, da gusto comprobar que hay ámbitos de la vida en los que aún existe la ilusión cotidiana de que el país mejore.