Sostenía Maquiavelo que el fin justifica los medios. El mismo argumento escucha desde diciembre la Audiencia Nacional, donde Teresa Palacios -la misma que sentó en el banquillo a Emilio Botín-preside el tribunal que juzga a la antigua cúpula de Pescanova, con su expresidente, Manuel Fernández de Sousa, a la cabeza. El objetivo era salvar la empresa y a él se supeditaron los medios, aunque supusieran despreciar la ley para tejer un fabuloso engaño. La farsa acabó reduciendo a cero el dinero de miles de pequeños inversores y haciendo un roto millonario a una banca que, pese a su fama, también encaja reveses (en este caso, una quita de 2.000 millones y embarcarse, a la fuerza, en la gestión de una industria como la pesquera, que no es precisamente la suya).
Ya en su recta final, el macrojuicio por la quiebra de la que llegó a ser la cuarta pesquera del mundo deshoja la margarita de la responsabilidad penal de sus entonces directivos en el diseño del entramado con el que ocultaron que el exitoso gigante del que presumían tenía, en realidad, los pies de barro y boqueaba en un océano de deuda inasumible.
«Había que hacer lo que fuera para salvar la empresa. Y se logró. Ahí está, sin que se haya perdido ni un solo empleo». Sousa, que se enfrenta a 28 años de cárcel por un rosario de delitos (entre ellos, el de estafa), repitió ese mantra al tribunal y en él se escuda su defensa ante las acusaciones de un fiscal anticorrupción, Juan Pavía, que se sabe hasta las comas de la auditoría forense con la que KPMG certificó las presuntas tropelías. El antiguo Capitán Pescanova defiende su buena fe, como si la bondad de su propósito equilibrara la posible violación de la ley.
Nadie se llevó ni un euro al bolsillo y el ejercicio de trilerismo financiero, sociedades inexistentes y facturas falsas fueron por una buena causa: la supervivencia de la pesquera. «¿Qué habría hecho usted? ¿Liquidarla?», llegó a preguntar en la sala el abogado del expresidente. Reparte, además, las culpas del desastre entre los bancos, que ahora gestionan el negocio heredado -les acusa de beneficiarse, para asombro de propios y extraños, aunque es cierto que, salvo Bankia, no se han personado en el proceso-, y el auditor externo, BDO, que nunca puso un pero a unas cuentas cuyo dopaje no destapó.
La causa quedará vista para sentencia este mes. Lo que parece más probable es que el tribunal, con Palacios al frente, tenga a Montesquieu y no a Maquiavelo como autor de cabecera: «La ley debe ser como la muerte, que no exceptúa a nadie».