Políticamente, el coronavirus tiene buena puntería. Primero ataca a Ortega Smith para demostrar que en tiempos de contagio no es bueno mezclarse con la militancia contaminante. Después fue a por Ana Pastor, que, encima de ser médico, ha sido ministra de Sanidad, y el virus tiene que demostrar que no entiende de autoridad sanitaria. Con Ana Pastor, «el bichito» empezó a atacar a un símbolo -profesional, político, mujer que siempre se ha cuidado, que no fumó un pitillo en su vida ni tomó una copa de más- para demostrarnos a todos que está por encima de las condiciones de salud y que hiere a quien se le pone a tiro, sobre todo si hace mucha vida política y social.
Este jueves el señor virus dio un salto cualitativo y cuantitativo. Cualitativo, porque supone un giro a la izquierda del contagio, un cumplimiento del principio de transversalidad y una llegada del pánico al Consejo de Ministros. Sabido el positivo de Irene Montero, todos los miembros del gabinete se hicieron la prueba del COVID-19, empezando por el ministro de Sanidad, y ya veremos cuántos caen, que son tantos en aquella mesa que parece imposible no infectarse masivamente.
Cuantitativamente, porque al atacar a la señora Montero, también atacó a su compañero don Pablo Iglesias, que se puso en cuarentena. Dos por el precio de uno, como decía Felipe González cuando le pedían la cabeza de Alfonso Guerra. Es lo que tiene meter parejas en el equipo gobernante: si se produce una caída, afecta a sus dos miembros. Los perjuicios se duplican. Supongo que los Iglesias-Montero, aunque se hayan ido a vivir a Galapagar, tienen medios humanos para aislar también a sus hijos, que son los más delicados en esta crisis.
Irene y Pablo recibieron la misma lección que los de Vox: no estuvo bien ir a la manifestación del 8 de marzo. No todo vale para la propaganda política, andando como anda por ahí un virus que no se sabe de dónde procede ni qué intenciones trae. También aquí se demuestra que hubo ministras más precavidas que otras. Hubo las del PSOE, más veteranas y que llevaron guantes de látex, quizá porque tenían información privilegiada. Y hubo las que todavía no están plenamente integradas en la casta, que no se han dicho aquello de póntelo, pónselo y en la política de este país ya no se puede andar sin guantes.
Supongo que las señoras del Partido Popular que fueron a la manifestación estarán encantadas de haber acudido sin pancarta ni otras señas de identidad, porque el virus pasó de largo. Y supongo que las de Ciudadanos habrán retirado las denuncias de agresión porque, al verse obligadas a retirarse, no se contagiaron y, además, salieron en televisión. Es el único signo bueno del centro y de su estado de salud.