La hemeroteca no perdona. Es implacable. Sobre todo con aquellos que gustan de las palabras audaces y las bravatas. Y con los que hablan en titulares. Como Donald Trump. O Boris Johnson. La crisis del coronavirus ha despertado de su letargo y ha viralizado una vieja intervención del hoy primer ministro británico, entonces diputado.
Fue en el 2006 cuando realizó una curiosa confesión. Reveló su admiración por el alcalde de la mítica película Tiburón, de Spielberg, al que tachó de «héroe». Y se explicó así: «Pese a que un pez gigantesco se está comiendo a sus votantes, él decide mantener las playas abiertas». Aquellas palabras persiguen ahora a un premier muy criticado por la tibieza de su estrategia frente al coronavirus. Muchos expertos consideran que ha hecho muy poco y muy tarde. Y le reprochan que haya seguido la estrategia de su ídolo, aquel hortera regidor de ficción que animaba a la gente a bañarse en las playas y que enarbolaba mejor que nadie en la gran pantalla las banderas de la imprudencia y el sálvese quién pueda.
El héroe de Johnson fue un irresponsable, pero sus vecinos le perdonaron. Y le votaron. En la secuela, Tiburón 2, que supuestamente cuenta lo que pasó cinco años después de la original, seguía como alcalde. ¿Ocurrirá lo mismo con los gestores de la crisis en Europa? Son criticados en redes sociales públicas y privadas, pero, ¿les pasarán factura sus errores y titubeos en el futuro? Posiblemente no. Lo escribió el británico Joe Abercrombie, maestro de la fantasía oscura y creador de grandes personajes despiadados: «El pueblo prefiere al líder que parece grande que al que lo es».