Nuestros abuelos lo definían con una extraordinaria exactitud. Poñer o carro antes dos bois. Esto es, tomar las decisiones y actuar en el orden contrario al lógico. Y eso es lo que estamos haciendo. Programar el mañana cuando desconocemos el hoy; hacer planes para un tiempo venidero del que ignoramos absolutamente todo. Exigir medidas aunque no sepamos ni para quiénes, ni para cuándo, ni en qué condiciones.
Porque, ¿cómo vamos a salir de estos tiempos desgraciados? ¿Y quiénes? ¿Y en qué condiciones físicas y psíquicas? Lo desconocemos todo y, pese a ello y cuando la pandemia continúa sin control, expandiéndose a velocidades inimaginables y afectando a todo el planeta; cuando somos conscientes de que el rumbo de nuestras vidas va a cambiar sensiblemente, hacemos vaticinios sobre el crecimiento económico, la deuda, el refinanciamiento, la recesión y el impacto empresarial. Es como si fuésemos en un trasatlántico que navega directo hacia el acantilado y la tripulación fuese discutiendo qué hacer al llegar a puerto. Lo mismo.
Estamos dedicando esfuerzos y energía a asuntos que se encuentran fuera de nuestro control. Nos dicen que el Gobierno rechaza aumentar las restricciones por las repercusiones que pueda tener en el futuro en la economía. ¿De qué tipo de economía? ¿En qué escenario económico? ¿Cuándo? Porque lo desconocemos todo. Lo único que sabemos ahora mismo es que el enemigo camina libremente, que tenemos los hospitales colapsados, que carecemos de material para la batalla, que somos incapaces de conceder un entierro digno a los muertos y que el exilio casero nos está derrotando anímicamente. Que gran parte del mundo tiembla de miedo y que el pesimismo está invadido y amenaza con causar serios estragos. Y, con este panorama, los más osados se aventuran a decirnos lo que es necesario hacer cuando abandonemos esta locura. Sin saber ni cuándo la vamos a abandonar, ni cómo lo vamos a hacer, ni en qué condiciones lo haremos. Lo sabemos los devotos del poeta, cantante, músico, compositor y premio Nobel Bob Dylan porque nos cantó aquello de que «mañana nunca es lo que se supone que es». Y esta vez lo va a ser menos.