Tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor. Lo cantaban Los Panchos y Gigliola Cinquetti, aquella chica italiana que, para desazón de nuestros húmedos sueños adolescentes, no tenía edad para amarnos. Hoy debe tener más de setenta años: pertenece al grupo de riesgo del coronavirus. Desde entonces, el estribillo de la canción lo consideré un axioma: una proposición tan evidente que no requiere demostración. Si usted goza de robusta salud, pan y trabajo, familia y amigos que quiere y le quieren, dele gracias a Dios. Todo lo demás son pequeñeces. Asunto distinto, y discutible, es el orden de prioridades: hay quienes anteponen el amor a cualquier otra consideración y no faltan quienes viven exclusivamente para amasar dinero. El mundo, qué le voy a decir, es diverso.
La pandemia socava y amenaza los tres pilares de nuestras vidas. Los números cantan el feroz ataque del virus a la salud. Solo en España, más de 3.400 muertos y no menos de 50.000 enfermos, en el momento en que escribo. El descalabro económico, con el país semiparalizado, resulta igualmente evidente. Aunque todavía tardaremos en conocer su magnitud, las cifras provisionales causan pavor. Solo en Galicia, más de 17.700 empresas ya han arrojado al paro temporal a casi cien mil trabajadores: el 10 % del total de ocupados. Goldman Sachs pronostica que la economía española se desplomará este año un 9,7 %. Una recesión de caballo, con una caída el doble de intensa que la registrada en el 2009. Tampoco soplan vientos favorables para el amor en estos tiempos del cólera. No sé si el virus penetrará en las células que atesoran nuestros afectos, pero como mínimo ha dinamitado nuestra forma de expresarlos. Ha transformado en bits, amor virtual, nuestros besos y abrazos, el contacto de la piel y la mirada, las lágrimas por nuestros difuntos y las palabras de apoyo y solidaridad.
El virus ataca los tres vértices de nuestra vida. En la necesidad de defender la salud, la economía y el amor, creo, coincidimos todos. La discrepancia nace a la hora de establecer el orden de combate. Y esto no va de ideologías y menos aún de política partidista de vía estrecha. Hay quienes priorizan la salud sobre la escalada del déficit y la deuda. Y hay quienes anteponen la emergencia económica a la emergencia sanitaria. En este grupo se inscribe Trump: «Muere más gente en accidentes de tráfico y no por eso les decimos a los fabricantes de coches que paren la producción».
En otra de sus frases, el presidente estadounidense relaciona las tres cosas de la vida que cantaba Gigliola Cinquetti: «Aplastar la economía, el empleo y la moral también es un problema de salud» que «puede causar más muertes que el coronavirus». Cierto: la pobreza mata. Y el capitalismo salvaje, como advirtió el papa Francisco, también. Pero Trump equivoca el orden de los factores. Los muertos del virus son irrecuperables. La economía, por el contrario, puede superar el ictus antes de que comience a segar vidas. Antes de que los ERTE pierdan su T de temporal para convertirse en despidos definitivos.