Me duele todo. Me duele por dentro, donde el dolor araña y no te deja. Me duele ver lo que veo y escuchar lo que escucho. Y prefiero no escribir de ello. Porque es la crónica de nuestro gran fracaso. Un fracaso colectivo y compartido. España y Europa son un espejo de la desolación y la insistencia en el abandono: la desidia. Es todo tan demoledor que releer El castillo del maestro Franz Kafka nos devuelve el paisaje que habitamos. Cuando el agrimensor K. llega al pueblo no imaginaba que arribaba al hogar de las tinieblas. El mítico conde y el castillo en la colina. Allí reside la monstruosa burocracia que todo lo engulle, reatas de funcionarios y señores ordenados jerarquicamente removiendo la Administración. Todo ajeno al sentido común. La moral y la razón, pisoteadas. Pero K. no se rinde. Y en su pertinacia reside su propio fracaso. Eso somos nosotros. El reflejo del castillo que obsesionaba al agrimensor y que lo derrotó. La pelea contra el absurdo. Porque es absurdo que compremos test que no funcionan. Y absurdo que nos requisen unos respiradores en Turquía. Que mascarillas no, y después sí. Y que no fabriquemos, Europa de Rembrandt, la mayoría del material sanitario que necesitamos. Somos un parque de atracciones turístico cultural. Tenemos historia pero escaso futuro. Los asiáticos son los dueños de la producción sanitaria. Y nosotros lo hemos consentido y alentado. ¿Inconscientes? Sin duda. Y mal gobernados. Es el castillo de Kafka quien rige nuestro destino. Solo nos queda huir.
Yo me refugio en los libros, que son una candelilla de aceite en medio del túnel. No es el de Sábato, aquel resultaba más grácil. Los libros reconfortan cuando son buenos. Las obras maestras, más. Los clásicos. A ellos acudimos los lectores viejos. Sin descuidar la contingencia: el azar que alguna vez pone en tus manos una obra contemporánea excelsa. Yo he encontrado una. Y me arrepiento de haber llegado tarde. Llegué con retraso a Stoner, una novela de John Williams de 1965. Una maravilla, sublime obra maestra que me ha sacado un poco el dolor que llevo dentro: el castillo. En América, cuando se publicó, fracasó. A España llegó en 2009 gracias a la pequeña editorial Baile del Sol. Las grandes editoriales, atentas a cosas menores, la rechazaron. Y es maravillosa. Impecable, magnífica, insuperable. No digo más. Para qué. Busquen al profesor Stoner. Rozarán, en su resignada tristeza, la dicha.