Fahrenheit 451, 1984, COVID-19

OPINIÓN

ROMAN PILIPEY | Efe

09 abr 2020 . Actualizado a las 09:01 h.

Mi amigo Patxi, al que ya traje a esta columna hace un par de semanas -el que piensa que «se nos ha ido la olla» con las medidas por la crisis del coronavirus-, es un insumiso de la telefonía móvil. Mientras el resto del mundo hemos vivido las dos últimas décadas una evolución que nos ha hecho pasar de los primeros ladrillos de Motorola a las miniaturas de Nokia, de los móviles de concha y teclado físico a los smartphones con pantalla táctil, de baterías que duraban una semana o más a tener que cargar el terminal todos los días, y de gritar al auricular por la calle a utilizar el teléfono exclusivamente para wasapear y hacer fotos, él se ha mantenido totalmente al margen. Nunca ha querido tener móvil y así sigue en pleno 2020.

En la cuadrilla, claro, nos choteábamos de Patxi. Si queríamos contactar con él había que enviarle un correo electrónico o llamar al teléfono fijo y cruzar los dedos para que estuviera en casa, como se hizo toda la vida. Bueno, también podemos comunicarnos a través del móvil de su mujer, pero no es el mejor sistema a la hora de reenviar ciertos mensajes...

El caso es que, al final, mi amigo tenía razón y los demás estábamos equivocados. El Gobierno ha activado el control de los móviles en la «guerra» contra el coronavirus y las operadoras de telefonía facilitarán los datos de las tarjetas SIM de millones de usuarios para triangular su posición y determinar si han violado el confinamiento.

Por supuesto, la medida se intenta blanquear con los loables propósitos de frenar la expansión de la epidemia (a buenas horas), predecir la posibilidad de contagios por regiones, e identificar la zona cero de una infección. Pero toda esta literatura, que trata de justificar el mayor recorte de libertades y derechos en la era del estado de bienestar, me recuerda a algunas obras de ficción distópica del pasado siglo XX: Metrópolis, Fahrenheit 451 o 1984.

La geolocalización es solo el primer paso. Ya se habla también de obligarnos a llevar una aplicación en el móvil con la que deberíamos «autoevaluar» nuestra condición sanitaria e incluso de conceder «pasaportes de inmunidad». Me creo cualquier cosa, después de ver cómo a un pobre hombre que estaba solo con su tienda de campaña en los Picos de Europa fueron a buscarlo para multarlo y enviarlo a su casa. Mi amigo diría que nos engañan como a chinos.