Alberto Chicote ha sido el primero en hablar alto y claro. El primero en decir que ahora sí más que nunca los cocineros tienen una pesadilla en la cocina y no van a poder soportarlo. No van a ser capaces de remontar en las mismas circunstancias que antes, pero ni siquiera parecidas. Menos si, como expresó el chef en El Hormiguero, se intenta que los restaurantes abran con el mismo equipo que tenían antes. «Hay mucha gente que se está planteando no volver para no perder más, es la ruina» porque la sangría es imparable. Los restaurantes solo tienen gastos y tardarán mucho en facturar un solo euro, en aliviar una incertidumbre que ni siquiera Chicote, el mago televisivo de las soluciones maestras, es capaz de vislumbrar. La pesadilla en la cocina se ha hecho realidad, pero él ya no tiene la varita para hacer brillar el talento de tantos profesionales que viven ahora el desasosiego de no saber cuándo se despejará este terrible sueño. Los cocineros que nos hacían disfrutar de esas cenas en familia y con amigos, que nos abrían las puertas de su casa para darnos de comer, para celebrar nuestros éxitos, nuestra alegría de vivir, para acrecentar nuestro gusto. Necesitamos a Chicote y necesitamos a todos los que como él nos permitían rodearnos de la mejor gente por el placer de sentarnos a comer. Necesitamos despertar de una vez de esta pesadilla.