No estamos de vacaciones
El confinamiento ha cambiado nuestras vidas. Pero, ¿qué ha pasado con el día a día de los docentes? Nosotros hemos visto aumentado nuestro trabajo. Ahora, no tenemos un horario, somos profesores las 24 horas los siete días de la semana. La educación on line ha conllevado modificaciones en nuestras metodologías, nos hemos tenido que ir adaptando a la vez que íbamos elaborando materiales para el alumnado. A esto se añade impartir clases on line a cualquier hora del día. ¿Y qué decir de los correos electrónicos? Durante estas semanas, nada causa más estrés que abrir el correo: tareas y consultas del alumnado, convocatorias a claustros, solicitud de información de las familias… Resolver dudas y corregir tareas se han convertido en nuestras prioridades. Además, llamamos a las familias, a veces sin motivo aparente, solo para dar ánimos y escuchar.
Ninguna victoria ha sido fácil y esta tampoco lo va a ser. Y como decía Cervantes en El Quijote: «Las cosas de la guerra y las a ella tocantes y concernientes no se pueden poner en ejecución sino sudando, afanando y trabajando». Tenemos que seguir luchando. Y termino, diciendo: Gracias, docentes. Erika Pazos. Muros.
Ensino «on line» e a descoordinación
Nesta época do covid-19, e ante a situación de confinamento que vivimos e seguiremos vivindo, estase implantando moi ás presas e sen medios e con pouca coordinación o ensino on line. Non había previsións, non había dotacións de equipamentos adecuados e falta moita coordinación. Esa coordinación estamos a realizala desde os centros educativos. As instrucións que recibimos da Consellería de Educación chegan tarde, faltas de concreción e sen medios suficientes para realizalas. Todo o que envían os responsables do ensino en Galicia está xa feito grazas a responsabilidade dos propios centros, que previamente recibiron a recepción de «ningún» tipo de información nin instrución clara. Os responsables do noso sector na Administración autonómica o que pide maiormente é que lle enviemos a relación de medidas adoptadas e o seguimento que realizamos. Nada máis. O resto corre pola nosa conta. Xulio Domínguez. Betanzos.
Despidos inhumanos de los sanitarios
del covid-19
En la noche del 1 de mayo, día de los trabajadores, saltó la noticia de que estaban despidiendo al personal sanitario que contrataron con el inicio del covid-19. La decisión es vergonzosa y desvela tener poca ética. La famosa desescalada comenzó el día 2, coincidiendo con el cierre de las instalaciones de Ifema, y ¿ya despiden a esas personas que dejando sus domicilios y a sus familias se desplazaron allí donde se les necesitaban? Mucho alardear en instituciones como el Congreso de los Diputados y del Senado, y, desde ellas, criticar con mucha dureza al Gobierno de España (en muchos casos con razón, no diré yo que no) para seguidamente, lo primero que hacen los responsables del Partido Popular, es poner de patitas en la calle a los trabajadores sanitarios. Es inmoral ser tan desagradecido y tan inhumano con aquellos que lucharon contra el covid, y que están dispuestos a seguir haciéndolo. Enrique Lorenzo. Combarro.
¿Quien pasea por A Coruña a las seis de la mañana?
Bajo este sugerente título, J. V. L. firma una amena columna en La Voz de Galicia editada hoy (por ayer) domingo. Evidentemente pisar la calle a las seis de la mañana, de noche cerrada, no invita a las aglomeraciones. Porque con los cambios de hora, las seis de la mañana son las cuatro solares, demasiado para el cuerpo.
Y en su crónica periodística cita el autor del artículo a Manuel Azaña, presidente de la Segunda República, pues en esa calle del barrio de Los Rosales se desarrolla parte de su anecdotario. Así , considero, que viene igualmente a cuento recordar algo que muy pocos saben: la proclamación de la República tuvo lugar el 14 de abril de 1931. Y la primera medida que tomó en nuevo Gobierno, la primera, fue derogar el cambio de hora que el Gobierno de Alfonso XIII ya había firmado para la semana siguiente.
Está claro que la II República adoraba el horario de Greenwich (GTM-0) y preservarlo fue lo primero que hizo, frente a la inveterada costumbre de mover las manecillas. Entonces sí podía pasearse a las seis de la mañana con una buena luz… porque las seis eran las seis, no las cuatro. Pablo González de Amezúa. Madrid.
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