Nuestro hermano

Ángel Jove Capellán IN MEMORIAM

OPINIÓN

Manuel Jove (a la derecha), junto a su hermano Ángel, presidente de Anjoca
Manuel Jove (a la derecha), junto a su hermano Ángel, presidente de Anjoca VÍTOR MEJUTO

08 may 2020 . Actualizado a las 10:06 h.

Dos años de diferencia te convierten en «el mayor»; y setenta y ocho años hablando todos los días lo convirtieron en imprescindible. Yo no dejaba subir a Manolo al tranvía cuando nos echábamos la carrera para agarrarnos retando a la aventura. Él tenía 9 años y yo 11. Y en el taller de mi padre, las gubias, los escoplos, los punzones, el barrilete… primero tenían que tener mi aprobación para saber que él los manejaba sin hacerse daño. Supongo que es así como se construyen casi todas las relaciones entre los hermanos. Historias que crecen y tienen lugar puertas adentro de las casas. Y que cuando sabes que algo va a terminar, comienzas a repasarlas buscando en el tiempo un aliado.

La relación que tienes con tus hermanos es la más larga que tendrás con cualquier otra persona. Nosotros hemos sido tres y hoy solo somos dos. Tuvimos la inmensa suerte de querernos y solventar las diferencias, las peleas, los desacuerdos y el azar. Al final de cada discrepancia o de hechos que suponían renuncias o rupturas, mi hermano y yo seguíamos siendo los mismos que habíamos crecido en la misma patria de la infancia. Los mismos que lloramos a nuestros padres y a nuestros hijos.

Luego está lo demás. Fuimos capaces de saltar desde la vida en blanco y negro y abrir proyectos que todavía no imaginábamos en la carpintería de mi padre. Y comenzar una trayectoria que en algunos momentos recorrimos juntos y en otros, a distancia, pero siempre con el profundo amor que nos hemos tenido los tres.

Manolo era un ciclón. Cuando algo parecía que tenía todos los indicios de que no iba a suceder, Manolo hacía que sucediese. En cualquier ámbito. Fue capaz de renacer de proyectos fallidos, sortear crisis económicas, doblegar enfermedades… y, entretanto, reconoció las necesidades de una sociedad que crecía y buscaba nuevas formulaciones de vivienda y habitabilidad. Lo vio y lo hizo. Así era Manolo; no sentía la necesidad de refrendar ni buscar aprobaciones, no dudaba. El primero en guiar la batalla y también en ganarla.

Cuando emprendimos el camino empresarial fuera de España, nos volvimos a encontrar. Y regresamos a las largas conversaciones y reuniones. Ya volábamos solos pero nuevamente estábamos juntos con nuestras ideas en el sector hotelero, en resorts, comercio… Vinieron tiempos de largos viajes, decisiones complejas e innovación, pero por encima de cualquier cuestión estuvimos siempre nosotros. Y su sentido protector de la familia. Manolo nos reunía a todos y tenía el encanto del hombre familiar que aglutina a los suyos. Y la capacidad del amigo que encuentra el momento para ser uno más del grupo. Mil batallas y mil historias que todos sabemos vamos a contar el próximo día que este confinamiento nos permita reunirnos para recordarlo.

Manolo era nuestro hermano, pero también lo es Amparo que hoy ya no lo tendrá a su lado. Y Felipa y Manuel y los niños que hoy han perdido al padre y al abuelo que todavía seguía ideando qué podría divertir más.

Manolo murió tratando de convencer a la muerte de que todavía no era el momento. Casi lo consigue. Casi vuelve a demostrarnos que era capaz de hacer que sucediese lo que todos pensábamos que era imposible. Pero ha conseguido algo más, ser imprescindible para quienes lo hemos querido.