Las lágrimas de Ana Rosa Quintana pusieron de golpe punto y final a una temporada histórica para la televisión que parecía que no iba a terminarse nunca. En los últimos meses se batieron todos los récords de consumo y la pantalla se convirtió, más que nunca, en la única ventana al mundo. Con el llanto de despedida de la presentadora tras su etapa «más difícil», la suya y la de todos, dio comienzo oficial el verano catódico, esa temporada baja en la que la oferta afloja y los programas se aligeran. Difícil predecir a estas alturas si también los informativos podrán levantar el pie del acelerador.
La necesidad humana de pensar poco y poner el cerebro a clarear ha colocado en las listas de lo más visto de Netflix un nuevo programa que eleva un ingenuo juego infantil a la categoría de show televisivo ligeramente elaborado y aderezado para salir en pantalla. Se trata de El suelo es lava, ese pasatiempo que consiste en caminar por encima de cualquier objeto elevado que permita no pisar la tierra y perder la partida. Los niños que juegan en casa no tienen problema en imaginar obstáculos y peligros. En el plató, el magma es rojo y burbujeante y el circuito, atrezo de cartón piedra. Es el verano estilo Humor amarillo y Grand Prix, al que pronto se sumará La 1 con el concurso Bloqueados por el muro, que señala que ha llegado la hora de la evasión.