Está debilitándose o entrando en quiebra el sistema democrático en el que vivimos desde 1978, cuando surgió la actual Constitución como la norma suprema del ordenamiento jurídico español? ¿Hay ahora alguna revolución en marcha que quiera debilitarla o cambiarla? ¿Vivimos un momento crítico de división o de ruptura? Son preguntas que cabe hacerse, quizá porque no sabemos a ciencia cierta dónde estamos ni adónde nos quieren llevar. Y, en este caso, son las preguntas que se hace el veterano periodista Fernando Jáuregui en su libro La ruptura (subtitulado La revolución en marcha que no supimos ver), que acaba de ver la luz editorial en estos días.
Jáuregui hace un balance crítico del momento en el que estamos y para ello acude a su propia experiencia profesional. No en vano es un informador curtido que no abandonó nunca la primera línea y que, tal vez por ello, se manifiesta sorprendido por la posibilidad de una revolución con la que no contaba. Quizá por esto manifiesta en la contraportada -creo que movido solo por la ironía- que «este libro me costará el exilio».
La realidad es que todavía desconocemos la profundidad del agujero que se ha ido abriendo ante nosotros y, por ello, también desconocemos las consecuencias, pero no deberíamos de confiarnos ni desconfiar en exceso, porque, a diferencia de Jáuregui, y sin desdeñar ninguno de sus argumentos, yo creo que la suya es en realidad la historia de un periodista sorprendido por una realidad viva que puede desviar el caudaloso río de nuestra historia. Todavía no está escrito que sea así, pero no está de más prevenirse y tratar de desenmascarar a tiempo la parte más peligrosa del invento. Porque no todo cambio es malo, pero hay cambios drásticos indeseables y luego difíciles de enmendar.
Jáuregui trata de prevenirnos, con agudeza y lucidez, desde su proximidad a los políticos que han ido sucediéndose en nuestra democracia. ¿Qué ha cambiado ahora? Ha cambiado lo que los nuevos políticos representan, también en el plano ideológico.